El mundo, sin duda, está sufriendo cambios radicales en lo político. Tanto en lo interno de muchas naciones, como en la geopolítica, las reglas, acuerdos, tratados, constituciones, leyes y reglamentos escritos y tácitos se están rompiendo. La era del concilio terminó para dar paso a la regla de la fuerza.
Como todo en la vida, cada uno cuenta de cómo le fue en la fiesta. Y, la realidad de nuestro México es que muchos no habían sido, siquiera, invitados a la fiesta. La política asistencialista… – perdón – los programas sociales y el aumento del ingreso disponible de la población hacen que muchos siguan bailando y celebrando, sin reconocer que las botellas se vaciaron y a las ollas ya le están rascando el mole que se quedó pegado.
Para los mexicanos, la amenaza de la era Trump ha sido notoria. En su primer periodo la economía mexicana se ralentizó al tomar la candidatura del Partido Republicano y, aún más, al llegar a la presidencia. Historia que palidece ante lo que han sido los últimos 30 días: el primer mes de su segundo periodo.
...De la misma manera, el no reconocer el espíritu de capitalismo de cuates sobre el que se forjo el éxito empresarial de su conglomerado es, evidentemente, tratar de justificar ser lo que uno es. No es necesario obtener un Premio Nobel, se puede ser un imbécil y, aun así, darse cuenta de que, el talento para encausar la iniciativa de los gobernantes en turno, obteniendo su beneplácito para la ejecución del presupuesto público, sean del talante que sean, en un país como México, es condición sine qua non para acumular grandes fortunas.
Pero, con todo el desmadre que se está armando, decir que el único objetivo es acercar al judicial al pueblo, sin contar con la esperanza de una mejora de la justicia en México es, insisto, cuando menos escandaloso.