Cuando estamos frente a un Donald Trump que inicia su segundo período sin las cortapisas que significaban sus necesidades electorales, y que ha anticipado extremar presiones para someter a México, nuestro país se encuentra en una situación de extrema debilidad interna y externa.
...Otra vez, un presidente, ahora una Presidenta – para no ofender – nos intenta vender la construcción de un México promisorio a partir de decretos, reformas, propaganda y vítores. No a partir de política pública de largo plazo, económicamente pragmática (no ideologizada), aterrizada a la sociedad y que atienda las causas
Prometió gobernar para todos los mexicanos y lo hace solo para quienes le otorgan una popularidad vacía, en mayoría atrapados por las dádivas, en tanto ignora y cierra oídos a una oposición crítica y sin liderazgo, en la que milita la casi totalidad de la inteligencia nacional.
La Presidenta, sin embargo, no parece tener otro diagnóstico ni reconocer otra estrategia: sustenta con orgullo y convencimiento la retórica heredada y la medicina recetada. Sigue intentando atender las causas con paliativos y placebos, inclusive con medicina contra indicadas. Aun cuando la evidencia muestra que el tratamiento empeora la condición del paciente.
México se inventa cada seis años y el colmo se vivió en el pasado período, cuando las “puntadas”, ideas personales sin reflexión ni análisis serio, se impusieron a toda planeación técnica rigurosa.