Opinión
Sábado 28 de Septiembre del 2024 16:55 hrs

¡AL HUESO!

¿Y ahora qué?


Indiscutible triunfadora a través de un proceso que no puede considerarse modelo de ejercicio democrático, Claudia Sheinbaum es hoy una incógnita. Obediente pupila de López Obrador, como él ha mostrado el mismo autoritarismo y falta de pulcritud en su carrera funcionaria, no obstante lo cual ya comenzaron las discrepancias y deberá ejercer con visión propia o ser mero brazo articulado.

“Ser mujer no significa ser demócrata y cuestiono que lo seas”. Dresser a Sheinbaum.

No es posible considerar positivo para México el resultado del proceso electoral y por buen tiempo sobrarán análisis sobre aciertos, errores, acciones y omisiones que llevaron a un escenario de alta peligrosidad.

Están claras las principales razones que originaron cifras sorprendentes para tirios y troyanos: prolija -e ilegal- operación del gobierno con todos sus recursos, más descarada que las ejecutadas por el PRI monopólico; abierta e inmoral amenaza de pérdida de ingresos por apoyos sociales; caducidad de los partidos tradicionales; falta de proyecto opositor con soluciones puntuales a las crisis legadas por el actual sexenio y; candidata con muchos flancos débiles, ingeniosa y simpática, pero carente de perfil de estado.

Este último factor, sobre todo en el segmento de los distintos niveles de la clase media, resultó determinante para regresar buena parte de sus votos al morenismo, ante el cual habían marcado distancia en los comicios intermedios. 

En términos globales los resultados asientan la ausencia de una oposición estructurada, con alto nivel de cohesión, estatura política y, fundamentalmente, nuevos cuadros respetables, con capacidad de asumir liderazgos en todos los niveles.

Es tarea futura, que más allá de estructuras partidarias repudiadas, dominadas por las ambiciones personales de líderes desacreditados, deberá asumir algún nivel orgánico surgido de la sociedad civil, única opción e instrumento de contención de lo que se avizora y teme como una profunda regresión antidemocrática.

Sin embargo, ese será un proceso de mediano y largo plazo, mientras lo urgente -como lo está marcando principalmente la inquietud en el ámbito económico- es saber en qué dirección caminará la administración encabezada por Claudia Sheinbaum.

Entre las herencias negativas del actual sexenio, en lo económico está la incertidumbre, tanto por la falta de un programa claro en la materia, como los constantes virajes por el cambio de humor presidencial y la recurrente violación de normas y contratos.

Incluso los grandes consorcios -cuyos propietarios pasaron de oligarcas despreciables a empresarios protegidos, como Slim o Larrea- han sido víctimas en algún momento de las decisiones ilegales y hasta extorsiones del gobierno.

De allí que la incertidumbre tenga bases en posiciones de campaña como “construir un segundo piso”, avalar la iniciativa para controlar el poder judicial y adscribir al dominio gubernamental organismos reguladores hoy autónomos, aspectos sobre los que de candidata Sheinbaum ha rehuido profundizar.   

Como en el ámbito de empresarios e inversionistas, en distintos segmentos de la sociedad se espera que, sin las ataduras de campaña y con mayor margen personal ante su tutor, la futura mandataria ahora sí fije sus derroteros y delinee un escenario en el que cada uno pueda cifrar con mayor certeza sus expectativas.

Por ser de escuelita política, su garantía de “gobierno con todos” en el mensaje del triunfo realmente nada sólido indica. Quizás un poco más su reacción ante el intento de  imposición de las reformas, sin que eso tampoco signifique mucho, porque con su conocida irresponsable necedad el Presidente ya ninguneó la opinión de su pupila. 

Claudia Sheinbaum no es ya la agresiva activista radical que inició su presencia política en las luchas de la Universidad Nacional. El propio ejercicio de la función pública, sumado a su formación académica, fue conformando un actuar más mesurado.

Sin embargo, su trayectoria en primeros planos no es propia, no ha logrado imprimir sello original. Siempre ha caminado a la sombra de López Obrador, obediente seguidora de sus dictados. A él le debe su ascenso, que no es resultado de una carrera política personal.

Pero donde hubo fuego brasas quedan y a diferencia de López Obrador, un populista neto y con nulos escrúpulos, la ex jefa de gobierno tiene por herencia familiar formación y visión de izquierda, lo que debería marcar progresiva distancia con el actual gobernante.

Ese factor puede ser determinante, positivo o negativo, a la hora de orientar su gobierno, porque hay ejemplos de líderes izquierdistas -sobre todo cercanos a la socialdemocracia- con sentido republicano, pero son más los que han impulsado regímenes totalitarios.

Ejemplos a la mano de los primeros, el español Felipe González y el chileno Patricio Aylwin, coincidentes en ser electos democráticamente tras dos dictaduras y también en su legado, porque lograron articular acuerdos económicos nacionales de largo plazo, que todos los sectores convinieron mantener fuera de disputas políticas cotidianas y han permitido a los dos países sostener un desarrollo sólido, sin grandes sobresaltos. 

Ante un país polarizado al extremo por la incontinencia biliar de López Obrador, esa es una opción de confluencia para la nueva mandataria si la desarrolla a través de un proceso democrático participativo, con sentido social y responsabilidad financiera, que además resolvería la infertilidad de un México rediseñado cada seis años.

Sin embargo, pesan sobre Claudia Sheinbaum nubes de su pasado funcionario. 

Muchos de sus colaboradores la definen como impositiva y hasta necia, otros la señalan elusiva a la hora de aceptar errores o tener que cobrar responsabilidades a sus allegados y existen muchas muestras de su uso faccioso del poder.

Allí están como muestra la manipulación de los dictámenes y la protección a los principales responsables de una tragedia de la línea 12 sin responsables, el uso de la Fiscalía de CDMX a cargo de Ernestina Godoy como garrote político, la actuación tardía y liviana ante el COVID, su alergia al diálogo con la oposición capitalina.

Ha estado enterada de las “aportaciones”, ilegal y sostenido método de financiamiento del grupo hoy en el poder -lo ejerció su entonces esposo Carlos Imaz- y también de la descarada corrupción en el gobierno de su mentor, por lo que su condena retórica a la venalidad nunca ha llevado apellidos. 

Ello, por ejemplo, hace ilusorio que su compromiso de moralidad funcionaria pase por sentar en la justicia -esa que pretende controlar- a la cauda de corruptos de un sexenio insignia en el tema, comenzando por los propios hijos del Presidente y todos los denunciados sin efecto ante la Fiscalía General de la República, algunos de ellos y ellas miembros de su equipo o recién electos con su aval para responsabilidades públicas.

La moneda está flotando en las indefiniciones y -cara o cruz- al caer marcará el nivel de escarpado para el futuro inmediato. 






OPINION

Fuenteovejuna

Dejará de ser él… Ahora ya no le echó la culpa al pasado sino al futuro. El desgarriate diplomático con España no fue iniciativa suya, sino de Sheinbaum, acusó…

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