¡AL HUESO!
Tiene donde elegir…
Con la corrupción del pasado reciente persiguiéndola como herencia maldita, las apariciones matinales de Claudia Sheinbaum se han convertido en un desangelado ejercicio diario de defensa, pero la realidad no se cansa de sacar a luz actos delictuales.
“La corrupción es el mayor mal que caracterizó a México en el pasado”. Sheinbaum.
En los cuatro y medio meses al frente de la administración federal, la Presidenta ha cargado el pesado fardo de los fracasos, los falsos “otros datos”, los abusos y conductas ilícitas que le heredó su padrino y mentor, hasta terminar arrinconada en diaria defensiva.
Los shows matinales, de por si desangelados e irrelevantes, han perdido la utilidad del pasado sexenio como instrumento de control de la opinión pública y hoy, ante el peso de una realidad obstinada, se han convertido en calvario para Sheinbaum, que no tiene “ángel” para la manipulación y la mentira.
En la pasada semana su piedra en el zapato fue la corrupción, con mediciones acusadoras y la aparición de nuevas oscuridades financieras en el grupo en el poder.
Aún no superaba la cuestionada defensa del general Cienfuegos, tras su inoportuna aparición en el acto por la Marcha de la Lealtad, cuando surgieron nuevas revelaciones sobre la podredumbre en Dos Bocas y llegó el informe anual sobre percepción de la corrupción por país, elaborado por la organización civil Transparencia Internacional.
A contrapelo de la insistencia de poner al pasado como ejemplo de todos los males, en ese recuento México retrocedió 5 posiciones (de la 31 a la 26) en comparación con los años anteriores y se mantiene como el peor evaluado de los 38 miembros integrantes de la OCDE. Igualmente, dentro del G20 está en el penúltimo lugar, solo por sobre Rusia.
La evaluación contempla diferentes factores y entre ellos sondeos de opinión pública, que en este caso indicaron que el 83% de los mexicanos consultados consideran que la corrupción en el país es un problema tan grave como la inseguridad.
Al ser cuestionada sobre el informe, la Presidenta quiso fustigar al otro pasado, pero no pudo. Una periodista persistente no la dejó escapar y la llevó a una aceptación tácita de la realidad, al señalar: “nos toca seguir apretando las tuercas”.
Lo cierto es que su llave mecánica está atrofiada o no existe ninguna voluntad de actuar en la materia; por el contrario, sobran evidencias de encubrimiento a las ilegalidades del pasado reciente, con suma de la decisión de bloquear el derecho ciudadano de acceso a la información, cerrando ese INAI por cuya creación ella misma luchó.
En los primeros meses del gobierno no se conoce acción para castigar a alguno de los actores en el sexenio más descaradamente corrupto de las últimas décadas.
Si hipotéticamente hubiera decisión de sentar un precedente ejemplificador, tendría una tarea bastante fácil, con solo llevar a la reactivación de los expedientes que el fiscal Gertz Manero tiene congelados por instrucciones obvias de López Obrador.
La joya de la corona es SEGALMEX, con el desvío de más de 16 mil millones de pesos. Es un desfalco que ni en ese pasado con el que tanto les gusta compararse. Ante ese delito su mentor usó todo el poder para proteger a su antiguo jefe y amigo, Ignacio Ovalle.
Sueño utópico, podría también ordenar una investigación independiente de la cauda de corrupción revelada en torno a las grandes obras del tabasqueño, encargadas a uniformados que no resistieron los cañonazos y con los propios hijos mayores de López Obrador como principales involucrados.
De menor rango, dejar de proteger a Napoleón Gómez Urrutia, obligando al benefactor financiero de la anterior campaña presidencial a cumplir la ley y regresar a los obreros de Cananea 55 millones de dólares, esos que hizo perdedizos. De paso, cobrar su responsabilidad directa en el crimen industrial de Pasta de Conchos.
Y así una nutrida lista de morenorruptos que por derecho propio encabeza el turbio Manuel Bartlett, en compañía -entre otros relevantes- de los hoy gobernadores Rubén Rocha, Rocío Nahle, Américo Villarreal, los ex Cuauhtémoc Blanco y Jaime Bonilla, Eréndira Sandoval, Salgado Macedonio, Julio Scherer Ibarra y una cincuentena más que disfrutan cómodamente arropados por la cobija presidencial.
O a nivel cercano a nosotros, ventilar el tema de los dineros sangrientos del carbón, en los que tienen manos y conciencias manchadas desde el propio Manuel Bartlett, al hoy diputado federal Ricardo Mejía Berdeja y los hermanitos Tania y Antonio Flores.
En definitiva, la virtud del informe de Transparencia es comprobar que realmente no son iguales, sino peores, porque a la corrupción suman prepotencia y cinismo.