Opinión
Sábado 05 de Octubre del 2024 08:12 hrs

Solo Ficción o “E” menos 40


¿Por qué ser pesimista y catastrófico? Porque, todavía podemos ser realistas, tomar acción para que nada de esto llegue a suceder. Para que este ejercicio de imaginación sea eso, solo ficción.

Hagamos un ejercicio de imaginación: es 2 de junio de 2024, son las ocho diez de la noche, las casillas cerraron en todo el territorio nacional. 

El PREP del INE comenzó a contabilizar las primeras casillas inmediatamente. Los estatales tardaron un poco más, pero fueron avanzando a los pocos minutos. En un puñado de estados el PREP pareció congelado, inmóvil; terminaron por anunciar que no trabajaría. 

La votación fue copiosa: muchos movilizados, algunos acarreados y otros por su propio pie. La participación de los votantes de entre 18 y 29 años fue menor que en otras elecciones, apenas 9%: no les interesa la política y no le ven relación con la vida diaria. La votación de los mayores, por el contrario, muy por encima de lo esperado: sus votos, claramente segmentados por grupo de edad. Los adultos mayores se los dieron a la candidata oficialista. El resto, por el contrario, le dieron el triunfo a la oposición. 

Las campañas fueron un cochinero. No era para esperarse menos. Desde que el Presidente adelantó el proceso sucesorio, inmediatamente después de las elecciones intermedias, la radicalización aumentó progresivamente y, ya para las últimas semanas de campaña habíamos visto más de lo que la imaginación permite.

El punto más candente, que desplomó a #Es Corcholata, fue el intento de fincar cargos y encarcelar a la opositora. Su coordinador de campaña tuvo la gran idea de mandar a la Guardia Nacional, acompañados por la FGR, a detenerla a medio acto masivo. Se armó una trifulca con saldo de cuatro muertos y un ciento de heridos. En esta ocasión, con la población, la GN no se agachó ni dio abrazos como con los delincuentes.

Aun así, la movilización del día “D” y la acción de los poderes fácticos lograron emparejar las boletas. La diferencia, de apenas unos cuantos votos, rompería en una crisis política y de inestabilidad que, aquella noche del 2 de junio, apenas mostraba destellos de su peor cara. 

Esa noche, en unas cuantas horas, se multiplicó el número de candidatos que fueron agredidos. Ya, durante el proceso, se había roto todo récord de actos de violencia política y asesinato de candidatos. Pero esa noche, la polarización, la cantidad de puestos en contienda, la impunidad enquistada y la debilidad de las instituciones se combinaron para hacer que La Noche de los Cuchillos Largos fuera, en comparación, una reunión de amigos. 

Clareando el día 3, todo parecía ya en paz. El presidente daba su mensaje a la nación anunciando jornada ejemplar. A nivel local, ayuntamientos, alcaldes, diputados locales y gobernadores, la mayoría de los vencedores pudieron declararse y celebrar toda la noche, sin preocuparse por lo que vendría: una avalancha de impugnaciones que los mantendría en la incertidumbre por meses o años. Hubo, sin embargo, más de diez docenas de puestos que quedaron vacantes tan pronto electos: un muerto no puede ocupar un cargo público.

Para la próxima presidenta, otra batalla comenzaba: la mínima diferencia que le daba el triunfo a la oposición, sumado a la tormenta de denuncias, impugnaciones, acusaciones de malversación y desvíos por propios y extraños, presentaba un nuevo reto para la democracia mexicana. 

El Poder Judicial con su TEPJF y el INE, debilitados por los ataques retóricos y el estrangulamiento financiero ejercido por la administración se soportaban en la buena voluntad de ministros, magistrados, jueces, consejeros y el personal fiel a su función e ideales, más que en recursos suficientes para dar solución pronta al tsunami que los revolcaba.

Regresemos al presente.

Podrá pensar que este ejercicio es exagerado, que en México esto no sucede. En EE.UU. un presidente violó continuamente la ley, incitó a la insurrección y a la violencia para mantener el poder, y es, aun así, el más probable contendiente, apoyado por millones. En Nicaragua, un exlíder social, se tornó en dictador y encarceló, mató y exilió a sus camaradas. En Ecuador, el narco mexicano asesina a un candidato y exilia a su remplazo. En México, nada de esto es factible, porque somos la raza cósmica. 

¿Por qué ser pesimista y catastrófico? Porque, todavía podemos ser realistas, tomar acción para que nada de esto llegue a suceder. Para que este ejercicio de imaginación sea eso, solo ficción. 






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