Opinión
Miercoles 04 de Septiembre del 2024 16:17 hrs

Sin Sorpresas


La fuerza que ha tomado el movimiento solo será detenida por el agotamiento de su propia inercia; así como su éxito (político y electoral, no programático ni económico) fue impulsado por los abusos y vicios del sistema dominante entre 1980 y 2018, son los propios abusos, vicios y soberbia lo que los frene y, eventualmente, se convierta en una fuerza de oposición.

No hay sorpresa: llega septiembre y nos encontramos con la, tan cacareada, implementación del plan C. Andrés Manuel y Claudia, caminan de la mano hacia el próximo sexenio. 

Muchos apostaron que este momento no llegaría; que la Sheinbaum se deslindaría, que no aceptaría comenzar un sexenio con imposiciones de su predecesor. El optimismo de los más realistas, no les permite concebir que la nueva presidencia tome posiciones irracionales, dañando, abiertamente, su sexenio antes de comenzar. Al final, ella una Doctora en ciencias.

Pero, como dice el refrán popular; “no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague”. El plazo llegó, Morena y sus aliados consiguieron la mayoría calificada y, con ello, se ha ido confirmando que, aun siendo científica, la Dra. Sheinbaum no quiere o no puede hacer lo que para muchos mexicanos parecería racional y moral.

La racionalidad de las decisiones políticas que toma el oficialismo está basada en una moralidad que es justificable y vendible para quienes le siguen.

Para quien argumenta baja calidad moral y que la mayoría calificada que instrumenta estas decisiones no es tal: que hubo captura de las instituciones, que las elecciones fueron manipuladas por un Presidente que intervino, usando presupuestos y medios del estado, a favor de su movimiento. 

La realidad es que la oposición fue derrotada de una forma tan contundente, demostrando su incapacidad de generar contrapesos. Así, la discusión de la pertinencia de las decisiones que tome el poder político se vuelve irrelevante desde el plano moral y racional. 

La fuerza que ha tomado el movimiento solo será detenida por el agotamiento de su propia inercia; así como su éxito (político y electoral, no programático ni económico) fue impulsado por los abusos y vicios del sistema dominante entre 1980 y 2018, son los propios abusos, vicios y soberbia lo que los frene y, eventualmente, se convierta en una fuerza de oposición.  

Habrá que sumar que el movimiento morenista tiene retos adicionales que no existían cuando López Obrador comenzó a tomar fuerza: el desarrollo tecnológico, la capacidad comunicativa de pequeños grupos y sectas con intereses particulares, las mega tendencias globales que, contradictoriamente, empujan al aislacionismo económico y político, con tendencias sociales, fuertemente integradas, a nivel global. 

En este contexto es difícil pensar que un régimen que, aun con la justificación de una racionalidad moral diferente e innovadora, pueda pasar dejando deudas sin que estas cobren factura, con intereses, antes de lo que se imaginan. 

Andrés Manuel nos evidenció, en su último informe, las deudas que va dejando.  Abusó del uso de la retórica, pasando de arengas y vítores a asegurar realidades no creíbles para los más ingenuos. Mintió sobre muchas cosas que podrían pasar como creíbles: la inversión, la deuda y la pobreza, Pemex y la CFE. Evidentemente mintió sobre la corrupción, la seguridad y el Poder Judicial. Abusó de la mentira sobre la educación y la salud.

El obradorismo le deja a la próxima administración un país con fuegos por todos lados, crisis existentes y muchas que están por estallar. 

Crisis conocidas como la de Pemex y la CFE en lo financiero, Crisis en la seguridad, la salud y el estado de derecho. Crisis en programas y políticas públicas con la incapacidad de un manejo adecuado de las aguas, el cuidado de los bosques, selvas y especies vegetales y animales, y requerimientos urbanos como movilidad, vivienda y servicios públicos. 

Por si no fuera suficiente, Andrés Manuel parece empeñado en dejarle a Claudia varias minas explosivas sembradas en su camino. Que Claudia acepta sin chistar. 

  • Una crisis constitucional donde, los poderes se enfrenten usando como escudo la constitución, sin capacidad de sentarse a dialogar para encontrar coincidencias y posiciones comunes. 
  • Una crisis de credibilidad con actores políticos y económicos nacionales e internacionales, evidenciando incapacidad y negligencia del gobierno entrante, drenando la energía del comienzo de sexenio.
  • La consecuente crisis económica y financiera ante las perspectivas sembradas. 
  • Seguida por la crisis social, con un pueblo descontento y un gobierno con bajo margen de acción y, aun menor, capacidad. 
  • Para terminar con la crisis política de un sistema-partido-movimiento cuyos espacios y prebendas se achican. 

No hay sorpresa, la ruta fue planteada y el 2 de junio se habilitó. Pero también se habilitó, el comienzo del fin del movimiento. No sabemos cuándo, pero no será sorpresa cuando la tendencia comience a cambiar. 






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