Sin Sorpresa II
No es sorpresa alguna que los fuegos parezcan estallar en cada paso de la nueva administración: la violencia incontenible, el amarrón económico y el surgimiento de escándalos corrupción, abuso de autoridad, incapacidad e ineptitud del gobierno en sus tres niveles.
No se usted, no quiero sonar pesimista, pero estoy haciendo todo para mantenerme en estado Zen. A menudo me encuentro controlando la respiración, poniendo la mente en blanco, relajando los músculos del cuerpo y forzando una sonrisa sobre la expresión adusta y preocupada por una sonrisa que libere endorfinas y cambie mi estado de ánimo; un esfuerzo consciente para no caer en la esquizofrenia.
Siempre la historia, a medida que se va escribiendo, nos lleva hacia lo desconocido. Nunca faltan eventos fortuitos, situaciones inesperadas, sucesos impredecibles que impacten a la humanidad de formas nuevas e inimaginables. Pero, hasta hoy, siempre confié en la racionalidad del ser humano. Si no en la racionalidad individual, si en la colectiva.
“Al final, así lo creía, los factores de poder terminan moderando a los locos y asentando las turbulencias que crean” – pensaba.
Hoy, no estoy tan seguro: si no he perdido el optimismo, he perdido la confianza en la capacidad humana de resolver los problemas comunes. Y, eso, me lleva a pensar que todavía nos va a tocar ver muchos tiempos “interesantes”.
Como diría el clásico: “Para muestra, un botón”.
A principios de septiembre escribí, en este espacio, sobre la poca sorpresa que presentaba el rumbo irreflexivo, irracional y, si me permiten, inmoral, del grupo político oficialista. (https://www.infonor.com.mx/articulo/entry/sin-sorpresas)
Ya, entonces era evidente e incuestionable las grandes deudas que dejaba el sexenio de la transformación y las mentiras propagandísticas con las que buscaban cambiar la realidad ocultando esas deudas. Era notorio el poco margen de maniobra que tendría la Presidenta, o el nulo deseo cambiar de rumbo, ante el camino minado que le dejaban:
- Crisis constitucional con poderes enfrentados, por igual usando como escudo la Constitución que, sin voluntad de dialogo y búsqueda de posiciones comunes, se convierte en letra muerta.
- Seguida por una crisis de credibilidad en el sistema, los actores políticos y económicos.
- La consecuente crisis económica y financiera que se potencializa por el contexto internacional.
- El empobrecimiento masivo y la crisis social que genera, con un pueblo descontento y un gobierno demasiado desgastado, demasiado consumido para contrarrestar.
No es sorpresa alguna que los fuegos parezcan estallar en cada paso de la nueva administración: la violencia incontenible, el amarrón económico y el surgimiento de escándalos corrupción, abuso de autoridad, incapacidad e ineptitud del gobierno en sus tres niveles.
Sí es sorprendente, sin embargo, que la polarización e irresponsabilidad que sufrimos en carne propia, se vea como juego de niños ante lo que se ve en el lado norte del Rio Bravo.
Es inconcebible, inesperado y, francamente, irreal, que mientras más se polariza Trump, mientras más sandeces hace y dice, mas agrede y miente evidentemente, más se cierran las encuestas.
Estoy enfocando mis baterías en mantener un estado Zen. Sabíamos que 2024 sería una año de expectativa y mantener la respiración. Sabíamos que habría cuatro aduanas, pero creímos que, pasado el 5 de noviembre, las aguas regresarían, poco a poco, a su nivel y la vida regresaría a la “normalidad”.
La sorpresa del 2 de junio pareciera haber sido hace siglos. Pero el primero de septiembre y el de octubre, fueron sin sorpresa. Noviembre, la cuarta aduana ahora parece que se extenderá hasta enero y que, de ahí en adelante, la hisotria escrita día a día sea una continuo de garitas y bloqueos para el desarrollo y armonia de la humanidad.
No es que haya dejado de ser optimista, es que viendo la capacidad de autoflagelarnos que las sociedades hemos construido y la forma en que empoderamos a liderazgos destructivos, pocas cosas nos pueden llamar a la sorpresa.