¡AL HUESO!
Reto de la sangre
A menos que detrás de las palabras haya voluntad de acción radical, el plan sexenal de seguridad está invadido de lo mismo que ya fracasó y terminará por acrecentar esos crímenes que ya vemos como una estadística más, porque en el México ensangrentado se ha enraizado una cultura de la muerte
“Lo central en México es combatir esa mezcla de corrupción y narcos”. Leoluca Orlando, exalcalde de Palermo.
Un gran problema, el crecimiento sostenido del crimen organizado, exige una gran solución; mantener la misma tibieza y encubrimiento no dará resultados distintos.
Con 199,621 asesinados reconocidos en el sexenio anterior, secuela creciente de 120,463 con Felipe Calderón y 156,066 con Peña Nieto, no puede considerarse buena noticia que el entrante secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, haya presentado su plan de acción contra la delincuencia con anuncio central: “continuaremos la estrategia que inició en el gobierno del expresidente…”.
A partir de allí, defendió la supeditación de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa en el mismo tono de negación de la realidad utilizado antes y ahora: “Es falso que haya militarización, lo que estamos haciendo es aprovechar las capacidades de la Secretaría de la Defensa Nacional… Un retroceso sobre la Guardia Nacional implicaría esfuerzos perdidos y nos tomaría años construir otro cuerpo de seguridad y nuevamente volveríamos a empezar de cero. La Guardia Nacional, en la administración anterior avanzó muchísimo, ya tiene cuarteles propios y un gran despliegue en el territorio nacional”.
Lo cierto es que la cifra de casi 200 mil asesinatos reconocidos durante la anterior administración, a los que se suman 55 mil desaparecidos, prueban que cuarteles propios y gran despliegue no hizo a ese cuerpo lograr los objetivos y que la razón principal es el actuar sometidos a la irracional política de “abrazos no balazos”, cuya continuidad -con matices- adelantó el funcionario.
El día de la toma de posesión, militares en labor de policías mataron a 6 migrantes en Chiapas y dos días antes de la presentación del nuevo -y no tanto- plan de seguridad para el sexenio, la delincuencia sentó sus propias reglas en uno de los estados más violentes del país, Guerrero, al asesinar y exhibir muerto al presidente municipal de Chilpancingo, hecho precedido por los homicidios de dos de sus principales colaboradores, el secretario del ayuntamiento y el militar que asumiría seguridad pública.
¿La razón? El alcalde Alejandro Arcos Catalán se habría reunidos con los líderes de las bandas que dominan en la zona y aparentemente rehusó cumplir las exigencias de garantizarles impunidad e ingresos, como lo había hecho la anterior munícipe morenista.
En ese entorno, en la reunión matinal presidida por Claudia Sheinbaum se presentaron los cuatro ejes de acción, repetitivos del pasado y en los cuales se pone énfasis principal en aspectos sociales, con el objetivo de corregir desviaciones en la sociedad civil.
Se obvió un quinto eje con mucho más peso en el problema, realmente razón fundamntal del libre hacer y deshacer de la delincuencia organizada en amplias zonas del país, donde los criminales suplantan al Estado: la connivencia de políticos de todos los niveles con los cárteles de la droga, el secuestro y la extorsión.
Precisamente en Guerrero, donde gobierna a control remoto Felix Salgado Macedonio y desgobierna formalmente su hija, sobran denuncias de las relaciones del exalcalde de Acapulco y hoy senador con personajes involucrados en el tráfico de drogas.
Más flagrante Sinaloa, escenario hoy de la guerra abierta entre los descendientes de Joaquín Guzmán y las huestes de Ismael Zambada, quien desde la prisión en Estados Unidos acusó de traición al gobernador Rocha Moya, que recién electo había hecho al columnista Salvador García Soto, off the record, una confesión oprobiosa:
“No nos hagamos pendejos. Aquí todo mundo sabe cómo está la cosa. Yo fui y hablé con ellos, los conozco porque soy de Badiraguato. Y yo fui a pedirles su apoyo. Quien te diga que quiere gobernar Sinaloa y no tiene el visto bueno de ellos, te miente. Así es la cosa aquí, para qué nos hacemos pendejos”.
No ha sido distinta la situación en otro estado con dominio de narcobandas, Tamaulipas, donde está probada por múltiples declaraciones, incluso judiciales, la actuación de los delincuentes en favor de Américo Villarreal durante la campaña y el mismo día del proceso electoral que lo llevó a la gubernatura.
Atender a niños y jóvenes en su mayoría de zonas marginadas, que por lo mismo son viveros de cuadros para las mafias, es tan decisivo como comenzar por imponer, a golpes de sanción, un combate real a la corrupción, para generar una nueva moral pública. Hay que darle a la mandataria la credibilidad de que al menos lo intentará y debería comenzar por casa, vista la impunidad concedida a los hijos y familiares del exmandatario.
Fundamental, igualmente, un aspecto que desde el anterior gobierno se eludió y hasta el momento en este también: la mano dura necesaria para la moralizar, reordenar y capacitar al ministerio público federal y de los estados, reinos de corrupción donde se fraguan los fracasos de la justicia que luego se cargan a los juzgadores.
Cuando un fiscal de la República ha usado a vista y paciencia sus facultades e influencias para dirimir en su favor pleitos familiares, no es difícil entender la impunidad de poderosos y la injusticia que miles de inocentes sufren en el país
Cojea desde el inicio el plan presentado en esa junta matinal, en que flotó el espíritu malsano del expresidente, pero más nos vale confiar en que tras las apariencias iniciales la doctora Sheinbaum tiene visión real y voluntad de rectificar los orígenes del desastre.
Porque los no otros datos muestran que la cultura de la muerte sigue vigente y en menos de medio mes ya superó los mil asesinatos.