Opinión
Miercoles 07 de Agosto del 2024 09:23 hrs

Querido lector


La lección conjunta que Reino Unido, Francia, Estados Unidos, Venezuela y Bangladesh nos dan a los mexicanos es que la competencia política no es partidista, es social. Que aquellas naciones que han desarrollado una sociedad crítica y exigente no requieren de levantamientos, ni violencia, para lograr los cambios necesarios.

Querido lector:

Me tomé tres semanas de descanso. No publiqué los últimos dos miércoles, han pasado tres semanas desde mi última publicación. Mucho sucedió en tres semanas, ¡Mucho!. No tengo duda de que estamos viviendo tiempos interesantes en la más pura tradición china. 

Habría que aclarar que no hay referencia alguna de que la famosa maldición china que condena “ojalá te toque vivir tiempos interesantes”, como una forma sarcástica de desear una vida llena de altibajos y eventos fortuitos, incontrolables, que alteren la paz personal, parece no tener un origen chino y ser atribuida falsamente a esa cultura. 

Los tiempos, aun así, no dejan de ser interesantes. Lejos quedaron aquellos años en los que durante julio y agosto los periódicos se sentían más ligeros y esbeltos; no había noticias para alimentarlos. En consecuencia, tampoco había anunciantes ni tanta distribución. Ahora, podríamos apostar, continuamente se dieron eventos con alto potencial de transformar el mundo como lo conocemos. La tentación de enumerarlos es grande… pero, la paciencia del lector corta,  por lo que saltaremos a las conclusiones. 

Como lo que nos interesa es México, usaré los eventos nacionales e internacionales para dar mi conclusión, así, muy general, de lo que estamos viviendo y como se refleja en México. El objetivo es contribuir con el desarrollo económico, social y, aun cuando solo por considerarse un mal necesario, político de nuestra nación, las conclusiones giran en torno a las lecciones que nos dejan para el desarrollo de la nación: el desarrollo en lo económico, social y, aunque huela mal, político.

México tiene muchos males. Males que ha cargado por muchos años. Pero uno que es existencial: el gran mal de México es la falta de competencia política. 

La falta de competencia política no es por Morena ni su líder Andrés Manuel. No son sus triquiñuelas y embustes los que inhiben la competencia política. No son Marko Cortez, Alito Moreno ni Rubén Moreira, ni ninguna de esas patrañas que les aplauden, los culpables. 

Ellos son quienes han aprendió a sacar provecho de ello: de un sistema que les pide mucho a los partidos políticos, pero les exige muy poco. 

Si algo ha sido el hilo conductor de este verano tan movido es la forma en que la competencia política, en diferentes sociedades con diversas culturas, se ha expresado. La lección, así, a grandes rasgos es que, en las naciones que la competencia política es mayor, el desarrollo social y personal es, también, mayor. 

La competencia política es lo que lleva a Reino Unido a dar un giro de 180 grados, botando a los Tories (conservadores) que, con políticas aislacionistas, obtusas y obsoletas, han empobrecido a la población. 

La competencia política es lo que ha forzado a Macron, en Francia, a conciliar intereses de grandes sectores, evitando un gobierno extremista que hubiera destruido mucho de los valores que los franceses profesan, que los mantienen en el pináculo del progresismo. 

La competencia política es lo que ha traído equilibrios a los Demócratas norteamericanos, forzando la dimisión de un candidato en desplome y dando nuevos bríos a la política “normal” contra la falsedad y el oportunismo.

La competencia política, de una sociedad harta, que se levanta contra la realidad insufribles del socialismo bolivariano, es lo que da esperanza a los venezolanos.

La competencia política, hartazgo social similar al de Venezuela, al otro lado del mundo, es lo que logra apenas hace algunas horas, derrocar al gobierno en Bangladesh. 

En México, la competencia política, que no partidista, ha logrado que Ignacio Mier, líder de los diputados de Morena, abra la esperanza de que la reforma judicial pase con cambios que, si no evitan la gran debacle, si pudiesen moderar sus efectos más perniciosos. Tan acostumbrados nos tenían al “no le cambien ni una coma”, que hasta las migajas se ven como grandes triunfos. 

La lección conjunta que Reino Unido, Francia, Estados Unidos, Venezuela y Bangladesh nos dan a los mexicanos es que la competencia política no es partidista, es social. Que aquellas naciones que han desarrollado una sociedad crítica y exigente no requieren de levantamientos, ni violencia, para lograr los cambios necesarios. 

La lección, la conclusión de los eventos de este verano, es que pusimos… no, hemos puesto demasiadas esperanzas en los partidos políticos. No, la esperanza es en los mexicanos, en la competencia política de toda la sociedad. Los partidos políticos no son más que una llave de tuercas, un desarmador, una herramienta que se desgasta y se rompe con unos cuantos usos. 






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