¡AL HUESO!
Pasión por la estafa
Allá como aquí, impera el populismo gubernamental que navega con la generación de falsas expectativas, con asidero real en poblaciones desilusionadas y ansiosas del hedonismo, que las aceptan como horizontes fiables y terminarán nuevamente estafadas.
“Frente a una muchedumbre, los mediocres son los más elocuentes”. Eurípides
Nada tan distante de la realidad en el discurso inaugural de Donald Trump al asumir la Presidencia, como esta frase: “Hoy es el Día de Martin Luther King, y en su honor, este será un gran honor, pero en su honor, trabajaremos juntos para hacer realidad su sueño. Haremos realidad su sueño”.
Precisamente en el aniversario del natalicio del líder social que marcó un antes y un después en la conciencia mundial -y particularmente en su país- sobre igualdad, derechos humanos y libertades ciudadanas, el nuevo mandatario estadounidense lo utilizó en contrasentido de todo el autocratismo, supremacismo y más ismos que asentó en su presentación oficial.
Narcisista, populista y manipulador desde la primera letra hasta los repetitivos gracias del final, el texto mismo estuvo, además, lleno de contradicciones.
Dijo que su llegada a la Presidencia había generado un nivel no visto de unidad nacional, cuando los días anteriores se registraron en Washington manifestaciones de protesta en su contra por diferentes grupos sociales, como hacía décadas no ocurrían.
Insistió en que la política de aranceles “hará más ricos a los estadunidenses”, que en verdad verán encarecer los productos extranjeros, dado que ellos pagarán los sobreprecios que esos gravámenes representan.
Expresó su deseo de ser reconocido como un pacificador y unificador, cuando habló de expandir el territorio de su país, anexar Groenlandia, incursionar en México y quitar a Panamá el canal. Siguió la huella de su ídolo, William McKinley, al que rememoró.
Y una que lo revela por si misma: “Forjaremos una sociedad daltónica… a partir de hoy, la política oficial del gobierno de Estados Unidos será que solo hay dos géneros, masculino y femenino”.
Habló de desarrollar una actividad incansable para eliminar la corrupción y fortalecer la justicia y la democracia estadounidense, cuando es un acusado convicto, varios de sus colaboradores son de moralidad cuestionada y la propia integración de los mandos de su gobierno muestra la construcción de una autocracia con una nueva oligarquía.
Esa es la tramposa retórica populista de Donald Trump y no debería sorprendernos. En el fondo es la misma que domina en nuestro país, especialmente desde hace seis años. Y es la misma que han utilizado populistas de distinto signo en el mundo.
Maestro de la mentira, la manipulación y el engaño, López Obrador sentó aquí las bases para el imperio de esa mañosa propaganda gubernamental en el discurso matinal, que sigue sepultando a la información oficial y real que debe entregarse al ciudadano.
La generación de expectativas es ingrediente intrínseco del ejercicio del poder. Ningún gobernante osaría ofrecer a sus mandantes un túnel negro sin salida, pero las promesas de mejora deben tener un mínimo de sustentabilidad y racionalidad.
No sucede en nuestro país. Así ocurrió con las grandes obras surgidas de los sueños obradoristas, que se hunden hoy en el fracaso. Y la demostración más cercana está en la presentación del denominado Plan México que, cuando se suponía había un proceso ciudadano para delinear un plan nacional de desarrollo, impuso de nueva cuenta las anteriores y nuevas puntadas presidenciales.
Aunque carece de todo sustento en cifras y método, se asegura que mágicamente el señalado plan llevará a situarnos entre las 10 principales economías del mundo. En la realidad, sin considerar el retroceso que comienzan a generar las acciones de Trump, analistas y organismos internacionales predicen una fuerte contracción hasta llegar, si bien nos va, a un pobrísimo crecimiento de solo 1.2% del PIB.
Allá como aquí, impera el populismo gubernamental que navega con la generación de falsas expectativas, con asidero real en poblaciones desilusionadas y ansiosas del hedonismo, que las aceptan como horizontes fiables y terminarán nuevamente estafadas.
Vale por tanto recordar la honestidad política de Winston Churchill al llamar a los ingleses con la verdad a la unidad para combatir al nazismo, en una lucha que, les anticipó, sería muy dura y requeriría del sacrificio de todos.