Opinión
Martes 07 de Enero del 2025 15:39 hrs

¡AL HUESO!

País en discordia


México se inventa cada seis años y el colmo se vivió en el pasado período, cuando las “puntadas”, ideas personales sin reflexión ni análisis serio, se impusieron a toda planeación técnica rigurosa.

¡Unidos, o la anarquía nos devorará! Simón Bolívar

En su historia política, México ha enfrentado constantes conflictos internos y externos, con polarización y confrontaciones que han dificultado la confluencia en el diálogo ciudadano, debilitado la gobernabilidad y frenado el desarrollo.

Las cúspides en el pasado dieron origen a la Guerra de Reforma y a la Revolución.

Sin llegar aún a esos límites, hoy vivimos un fenómeno con similitudes, agravado porque la polarización es incentivada desde un discurso oficial de odio, instaurado por el anterior Presidente y continuado por la actual mandataria. 

Cuando enfrenta una situación de crisis multifacética, ocultada tras la manipulación oratoria de las autoridades, el país se encuentra en uno de los peores momentos para ganar -a través del entendimiento- la fuerza requerida por los problemas internos y particularmente los que derivan de las amenazas por cumplir de Donald Trump.

Al Estado mexicano lo debilita esa desunión, fundamentalmente porque el mejor pensamiento del país, el racional, ha sido convertido en enemigo de un proyecto centrado en lograr el dominio absoluto del poder.

Dentro y fuera se cuestiona y censura la destrucción de las instituciones que fueron dando sustento a una mayor democratización, que contradictoriamente fueron resultado de la lucha por años de quienes hoy las anulan.

Tal conducta de los detentadores del poder agrava, a su vez, otra característica negativa histórica, notoria particularmente desde la segunda mitad del pasado siglo: la ausencia de una planeación de Estado de largo plazo, para concretar las grandes potencialidades que indudablemente tenemos.

Esa ha sido herramienta en otros países para generar confluencia e incluso garantizar gobernabilidad y estabilidad, al hacer coincidir intereses políticos opuestos en proyectos y políticas de mayor aliento, para sostener y/o acelerar el desarrollo. 

Aquí apenas llegamos a planeación de gobierno, de corto plazo, con herencias gravosas e incómodas para el sucesor. 

Ejemplo es el petróleo y tenemos el resultado en la debacle de PEMEX. 

México se inventa cada seis años y el colmo se vivió en el pasado período, cuando las “puntadas”, ideas personales sin reflexión ni análisis serio, se impusieron a toda planeación técnica rigurosa. 

Si al conjunto se suman infames crisis internas como la de seguridad, que desde fuera hacen ver a México como un país casi salvaje, con un gobierno incapaz de poner orden -sino cómplice de la delincuencia- nuestra imagen de Estado resulta patética.

La desunión es la génesis de nuestra debilidad y da pie a un trato prepotente e insultante como el de Donald Trump y las agresiones que nos esperan.

Ante el desafío de fortalecer al Estado con políticas y acciones racionales, de elevado consenso, de confluencia mayor, la Presidenta navega en sentido contrario.

No sirve el arrebato populista de gritar “¡A México se le respeta”!






OPINION

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