Opinión
Martes 01 de Abril del 2025 20:58 hrs

¡AL HUESO!

Nos faltan 800 mil


En un país de memoria corta, a cinco años del inicio de la pandemia que costó la vida de alrededor de 800 mil mexicanos, los principales responsables del desastre de salud. López Obrador y Hugo López Gatell, siguen impunes, sin que se cobre su responsabilidad

“Entre un mal gobierno y un pueblo que lo acepta, hay cierta complicidad”. Víctor Hugo.

En país de memoria corta, salvo quienes conservan el dolor por deudos directos, en general miramos los años del Covid como una aventura de la que felizmente resultamos vivos, pero a 5 años del inicio del drama que se llevó la vida de 800 mil mexicanos, pocos insisten en exigir cobro de responsabilidades.

Y vaya que las hubo, comenzando por la cúpula del gobierno federal.

Cuando en todo el mundo era patente la gravedad de la pandemia y se alertaba sobre la necesidad de tomar severas medidas de control para salvar vidas, en México el entonces presidente López Obrador rehuía el uso de cubrebocas como ejemplo para la población.

Hay que mantener los abrazos, recomendaba, y aseguraba que como protección ante el mortal virus bastaba con portar un “detente”, un billete de dos dólares y un trébol de cuatro hojas -según él- todos artilugios mágicos de suficiente protección.

Lo secundó Hugo López Gatell, cretino pseudocientífico designado máxima autoridad en control de la pandemia, quien atribuyó a López Obrador una superioridad moral que serviría de escudo defensivo para el país.

En el mismo sentido, aunque tuvo continuas diferencias con el bufón, la actual Presidenta en su calidad de jefa de gobierno de la Ciudad de México adoptó como principal medida el reparto de Invermectina, un químico para uso veterinario y desparasitario que, advertían especialistas en el mundo, no tenía ningún efecto frente al SARS.

El sistema nacional de salud quedó al desnudo en todas sus carencias y colapsó. No había capacidad hospitalaria, ni instrucciones claras; no había instrumental suficiente, faltaban equipos, medicinas y hasta elementos para protección del propio personal, con graves afectaciones iniciales. El gobierno federal retardó la adquisición de las primeras vacunas.

Incluso, algunos dirigentes del oficialismo llegaron a deslizar que no eran recomendables las vacunas y hubo una ola de irresponsabilidad hasta que el colapso se hizo ineludible. Hay que reconocerlo, gobiernos como el de Coahuila, donde se resintieron los primeros impactos, con sus propios recursos adoptaron acertadas medidas emergentes.

En el maremágnum de la crisis hubo de todo, como la inmoralidad de los hijos de uno de los prohombres del sistema, Manuel Bartlett Díaz, que vendieron al sector salud equipos para auxilio respiratorio hasta por el doble de su valor y retrasaron las entregas o no cumplieron.

También quienes sembraron esperanzas sin base, como la nefasta directora del Conacyt, María Elena Álvarez Buylla, que anunció como gran éxito nacional la nunca concretada fabricación de respiradores y la vacuna “patria”, fármaco realmente basado en una fórmula estadounidense, que recién recibió autorización en el segundo semestre de 2024, cuando ya distaba de las nuevas versiones generadas para variantes como el Omicrón.

Ante una realidad indesmentibles, el gobierno de la “moralidad” optó por su mejor herramienta, la manipulación de datos, para disminuir la cantidad de fallecimientos adjudicándolos a causas distintas al Covid, principalmente neumonías.

Desorden, politización, irresponsabilidad, llevaron a que México tuviera una de las peores gestiones a nivel mundial para control de la pandemia, con medio millón de fallecimientos según las cifras oficiales y hasta 800 mil, de acuerdo con organismos internacionales e investigadores locales.

Si en estos días la Corte Penal Internacional somete merecidamente a proceso al expresidente filipino Rodrigo Duterte, por su culpabilidad indirecta en el asesinato de más de 6 mil personas en su campaña contra la delincuencia, cabe preguntarse si no merece un juicio más severo el culpable principal del drama mexicano, por la responsabilidad de sus absurdas decisiones.






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