¡AL HUESO!
“No entendemos…” (Nosotros tampoco)
En el juego geopolítico al que están destinadas las acciones a veces incomprensibles de un Trump sin límites, el gobierno de México es un actor menor, que débil arrastra la carga negativa del narcotráfico y no encuentra más opción que rogar y ceder bajo amenaza.
"De carrozas nos convertimos en calabazas". Porfirio Muñoz Ledo.
En lo político, la reciente semana fue reveladora de las miserias en que los seis pasados años y lo que va del actual gobierno han sumergido a México, colocándolo en un momento de extrema debilidad país cuando requiere la mayor fortaleza, ante un mesiánico ególatra que en semanas ha roto el precario equilibrio mundial.
Lejos de reconocer los gestos de sumisión del gobierno mexicano, que llegó al límite de violar flagrantemente las leyes, la arremetida de Trump fue in crescendo y llegó al nivel de acusar en tiempo presente -durante su comparecencia ante el congreso- la existencia de colusión de políticos activos de nuestro país con los narcotraficantes.
Aludió a la baja en migrantes y droga que cruzan o intentan cruzar la frontera norte, pero no lo hizo para destacar el “esfuerzo” mexicano en el control, sino para justificar que los chantajes logran sus propósitos. Y eso es proyección de futuro.
Estar en desacuerdo con él no significa dejar de reconocer que hábilmente aprovecha factores que le dan la razón, particularmente en el tema del narcotráfico, donde ni los muy cándidos pueden dudar de las complicidades de hombres del poder con la delincuencia.
“No entendemos la aplicación de aranceles”, afirmó la Presidenta Claudia Sheinbaum en declaración que parece confesión. Empero, su base de racionalidad para nada es la que impera en Washington, aunque el planteamiento lo comparten voces estadounidenses que alertan el impacto negativo en alzas de precios, dificultades en el abasto de insumos para sus fábricas terminales, presión inflacionaria, y otros etcéteras.
Lo señalan también agricultores, prestadores de servicios e incluso industriales: faltará mano de obra, porque hay trabajos que los estadounidenses no quieren realizar por los salarios ofertados. Y eso, para ellos, tendrá impacto económico y social.
¿Entonces?
Para entenderlo hay que asumir lo que parece ser la visión geopolítica de Trump y comprender que las actuales medidas son acciones tácticas dentro del objetivo estratégico central, fortalecer su economía y reposicionar al país en el papel de mando imperial que le han menoscabado otros bloques y particularmente el empoderamiento de China como segunda potencia. Y claro, además su sueño de pasar a la historia como gran estadista.
En el devenir político, cuatro años de poder son tiempo limitado y Trump -que conoce los impactos negativos, incluso en su popularidad interna- se muestra dispuesto a asumirlos e imprime velocidad para asentar con rapidez un rol más dominante en la relación de su país con un resto de un mundo desconcertado y replegado.
En ese juego cabe entender, por ejemplo, que Putin y la posibilidad de limitar su alineamiento con China, tienen más importancia geopolítica que fortalecer a Zelensky, al que de paso “dobló” a vista pública y hará pagar en minerales estratégicos la ayuda militar.
Y en ese juego, México es un actor de reparto. Debilitado por una política interna polarizadora, ha quedado -más que Canadá- como el pushing ball en que Trump muestra los golpes que puede dar incluso al socio económico más obediente, fiel y cercano.
¿El fentanilo? Para él, oportuna herramienta de presión, pero preocupación muy verbal. Su arremetida no la acompaña con una campaña radical de su gobierno contra el tráfico y el consumo interno. Sabe que la falta de droga generaría allá una escalada de violencia.
Ante eso no hay mucho que hacer, pero si varias culpas que pagar. Así como la Presidenta y su equipo no encuentran forma de revertir la sumisión, tampoco tienen muchas opciones de cambiar hacia dentro, donde el estilo faccioso de su antecesor y el suyo demuestran hoy un grave costo país.
En lo económico, a la crisis financiera que López Obrador le heredó -génesis de la recesión en marcha- se suma el impacto por ahora retórico de los aranceles. Más la intempestiva salida del secretario de Hacienda, que agrega inquietud y sospechas en momento crucial.
En lo político, la demostración se tuvo ayer. Para una expresión de unidad nacional frente a los embates, si acaso, correspondía un acto republicano, serio, encabezado por los tres poderes, líderes de todos los partidos, de la sociedad civil, gobernadores limpios.
Evidentemente imposible cuando se dinamita a un poder judicial enviado al cadalso; un legislativo supuestamente aliado, pero que manejado a control remoto está dividido y actúa con intereses políticos distintos a los presidenciales; mandatarios estatales marcados por el delito; y partidos con los que no se quiso ni se quiere dialogar.
Cuando pudo tener algún efecto una expresión de Estado, de real unidad nacional, esa debilidad, que como leviatán engulle al actual gobierno, solo hizo posible un carnaval morenista de populismo barato.