Opinión
Sábado 28 de Septiembre del 2024 16:56 hrs

¡AL HUESO!

México del día después


En condiciones enturbiadas por abusos de poder y la acción del crimen, la mayoría ciudadana designó un nuevo mando nacional. Será tarea de la Presidente Electa revelar en estos meses previos a la toma del poder su programa político que, irremediablemente, pasa por rescatar a partir de octubre un país confrontado y violentado

Quiso pasar a la historia como Benito; lo hará solamente como Porfirio. Demócrito.

Veinticinco candidatos asesinados, según recuento oficial, 35 señalan organizaciones civiles; 750 atentados a políticos desde el inicio del proceso electoral, de acuerdo con el recuento que recoge datos oficiales, informes de los partidos y de la consultoría Interalia.

No puede México alardear por unas elecciones ocurridas bajo condicionamientos que definitivamente le restaron legitimidad, debido principalmente a la inequidad por la abierta actuación parcial del gobierno -e incluso de los árbitros-, así como las violentas agresiones del crimen. Sin embargo, debemos aceptar que la mayoría ciudadana definió con su voto un camino hacia un incierto futuro. 

Y por el bien de todos debemos aceptar esa voluntad mayoritaria, con la desgraciadamente feble esperanza de que la nueva mandataria marque un cambio de rumbo y sea capaz de entregar en seis años un mejor país. 

Un México más seguro, más igualitario, más justo, con desarrollo económico equitativo, más solidario y más legal, abierto a un futuro promisorio. 

Lo de construir un segundo piso de la ”transformación” es solo broma de humor negro.

Las herencias que el próximo 1 de octubre recibirá Claudia Sheinbaum junto con la banda presidencial constituyen una carga negativa apabullante, como titánica será la misión que asumirá para restaurar y reorientar al país en múltiples aspectos.

Lo central, sin duda, porque condicionará el éxito de todos los proyectos y esfuerzos, es bregar por el rescate de la unidad nacional y el abandono del odio, la división y la polarización, males que en forma irresponsables López Obrador ha sembrado cada día y sembrará hasta el fin de su mandato. Una nación dividida, solo augura fracasos.

Será una tarea que, como lo marca la experiencia histórica en muchos países de nuestra América Latina, se extenderá por décadas. Fácil fue demoler un frágil entendimiento nacional que ya venía colgado con alfileres, pero muy arduo y paciente será el trabajo de recomponerlo.

Despojada de las limitantes que impone una campaña electoral plagada de riesgos políticos, particularmente en su caso, la nueva mandataria podrá mostrarse en su real personalidad y, esperemos, fijar los hasta ahora callados rumbos de su gestión.

Un buen inicio, ilusorio dirán no pocos, es que comience por demostrarse demócrata, al restablecer el respeto a la independencia de poderes y permitir el libre ejercicio de sus funciones, como forma de perfeccionar las propuestas y decisiones de gobierno. A la vez, favorecer la restitución de las instancias de control sobre el gobierno, agredidas y en algunos casos, como en el de la CNDH, afectadas en sus cimientos por su antecesor.

Hacerlo, le fortalecerá para afrontar la mayor, primaria e imprescindible responsabilidad de formular una política nacional de seguridad que nos encamine a superar el más grave drama actual del país. 

Pasa por avanzar rápidamente a superar tres imprescindibles: romper el pacto no tan soterrado del poder público con el crimen organizado; probar voluntad real de combatir la corrupción incluso en sus propias filas -no con golpes de efecto, sino con actuación de la justicia-; y desmilitarizar la seguridad pública, para retomar el camino de la formación de una policía nacional profesional bajo mando civil.

De impulsarlo, será el punto de partida para otras no menos ingentes crisis generadas o agravadas durante el sexenio que fenece, como la restitución de un sistema de salud pública que, aunque no se parezca al de Dinamarca, tenga la capacidad de responder con algo más que aspirinas y excusas a los mexicanos que quedaron desprotegidos por la irresponsabilidad criminal de López Obrador.

Otra, la de propiciar una recuperación de la dinámica de desarrollo, bajo el imprescindible requisito de generar certeza y confianza en los inversionistas, a fin de aprovechar las oportunidades que se derivan del tratado trinacional y de opciones como el nearshoring.

Solo así podrá aspirar a un crecimiento de la economía que, vía mayor recaudación fiscal, de soporte a los gastos sociales, herencia cuyo costo recibe como nudo de horca sobre finanzas públicas atrapadas por la irresponsabilidad política del populismo.

Representan, como en el caso de las pensiones, decisiones de justicia social constitucionalmente respaldadas y que deben por ello mantenerse, pero en el voluntarismo no fueron acompañadas por un respaldo financiero que evitara convertirlas en lastre para otras obligaciones de gobierno.   

No menos compleja será la tarea de regresar a las fuerzas armadas a sus responsabilidades constitucionales, alejándolas de la invasión de la esfera civil, en lo que se podrá a prueba en forma dual la obediencia legal de los futuros mandos uniformados y, a la vez, la habilidad política de la Presidente (la Constitución no alberga, aún, el título de “Presidenta”).

Todo suena a una nueva utopía, aunque como siempre, en un país condenado a reinventarse sexenio tras sexenio, es dable otorgar una mínima esperanza en la capacidad, la visión y la voluntad de un nuevo mando. 

Claro, aunque las opciones de un cambio hacia lo positivo son muchas, siempre estaremos bajo riesgo de que nuevamente la realidad termine por repetirnos un golpe de decepción y terminar con un peor México.






OPINION

Fuenteovejuna

Dejará de ser él… Ahora ya no le echó la culpa al pasado sino al futuro. El desgarriate diplomático con España no fue iniciativa suya, sino de Sheinbaum, acusó…

www.infonor.com.mx