¡AL HUESO!
Los agüizotes de Claudia
Acto de la mayor significación histórica, la protesta de la primera mexicana en asumir la Presidencia fue malgastado por Claudia Sheinbaum con un discurso sectario, elusivo, lleno de loas a su antecesor, sin evidenciar el nivel de estadista que demandan los grandes problemas del país.
Legado histórico que no se puede escatimar a López Obrador es haber abierto la puerta del poder para el ingreso de la primera mujer a la Presidencia de la República.
Loable el hecho, de suspicacia las motivaciones.
Vista su inocultable misoginia, cabe pensar que las razones del impulso a Claudia Sheinbaum no fueron respaldo al feminismo, sino bastante más convenientes y rupestres, enfocadas en su interés personal: la hoy Presidente auguraba mayor margen de control y menor riesgo de distancia política que, por ejemplo, Marcelo Ebrard.
Y la Presidente lo corroboró en el acto solemne de su entronización, con un discurso de plaza pública, de campaña electoral, en que el sentido principal fue enaltecer la figura de su antecesor y no un acto republicano para sentar los fundamentos y ejes centrales en los que basará sus acciones de gobierno, para resolver los grandes problemas nacionales.
Fue un desperdicio de su principal momento histórico, donde se esperaba que revistiera la llegada de la primera mujer a la Presidencia con un discurso de altura, que sentara su nivel de estadista, enorgulleciera a las mujeres que se ven representadas por ella, y abriera perspectivas de futuro al país y al continente.
No lo hizo. Su rústica oratoria inaugural estuvo llena de lugares comunes, con repetición de realidades ficticias y francas falsedades propaladas por su antecesor, mirando al pasado más que al futuro, revitalizando ideas y acciones que han sido fracasos.
Ejemplos sobraron, comenzando por ignorar un llamado a la unidad nacional, requerido después de la polarización heredada, fruto de seis años de odio diario. Le guste o no, un 40 por ciento de la población no votó por ella y una actitud de estadista habría sido convocar a esa oposición para construir los consensos que requiere el país para avanzar.
El gesto anterior de dejar la militancia y lo que con buena voluntad podría interpretarse como tal, ese “gobernaré para todas y todos”, fue anulado de inmediato por el fuera de lugar de “viva la cuarta transformación”.
Tampoco tenían lógica ni nivel las referencias a Zedillo y Calderón. Como hablar de honestidad y de continuar el combate a la corrupción cuando la putrefacción fue llevada hasta el círculo familiar del conductor del anterior gobierno, al que atiborró de elogios.
¿Era sensato sostener ante mentes racionales que no es militarización entregar el control total de la función policial al Ejército y ampliar sus atribuciones hasta invadir las de ministerio público? Un día después, prueba inmediata de los riesgos que implica, se dio con la masacre de migrantes en Chiapas, ejecutados por soldados en funciones de policías.
La única referencia en cuanto a nuestro mayor drama, la inseguridad, esa herencia de 199 mil 621 asesinados reconocidos en el sexenio que terminó, fue reiterar que mantendrá las bases del fracaso, “abrazos no balazos”. Ninguna palabra para las familias de las víctimas y de los 55 mil desaparecidos, en no pocos casos por excesos precisamente de miembros de las fuerzas armadas.
Después de tantas falsedades de su mentor en torno al respeto para la inversión y el estado de derecho, algo flagrante y repetidamente violado, ¿basta en ese contexto de desconfianza que ella diga de palabra que garantiza seguridad para el capital?
Como reiteraría en la tarde en el Zócalo, prometió más gasto en todos los rubros, pero no aclaró como lo sustentará cuando el déficit público ya es del 6%, a pesar de que su antecesor se apropió de recursos que daban sustento al desarrollo o tenían sentido social, como los del FONDEN, hoy por segunda vez urgentes en Guerrero. Mayor gasto en las mismas ideas infértiles, mientras la economía tiene aumento marginal de 0.8%, menor al índice de crecimiento poblacional, a la vez que decayó la eficiencia productiva.
Rescatable, porque al menos eso es congruente con su sello profesional de ambientalista, los anuncios de apoyar la generación eléctrica alternativa y limitar la extracción de hidrocarburos por su negativo impacto ecológico.
Apreciables también los párrafos dedicados a las mujeres, las de ayer y sobre todo las de hoy, que a partir de la puerta que abrió su investidura deberían tener mayores espacios y oportunidades en el servicio a la nación.
Era ilusorio aguardar que marcara diferencias francas con su antecesor, pero tampoco resultaba esperable que reiterara ante jefes de estado y representantes de una centena de países la sumisión de la que ya había dado pruebas sobradas.
Realmente el valor de las palabras estuvo en lo que no se dijo, el texto que ya conocían y con la excusa de su mala salud evitaron que leyera la maestra Ifigenia Martínez (+), presidente de los diputados y quien fue referente vivo de la real izquierda mexicana, esa democrática y racional que impuso el cambio. Es valioso reproducir su párrafo central:
“Desde esta soberanía le decimos que no está sola: que no descansaremos hasta lograr una democracia plena, que nuestras diferencias no nos dividan, sino que sean fuentes de propuestas y de soluciones compartidas a los distintos retos que hoy enfrentamos. Hoy, más que nunca, necesitamos tender puentes entre todas las fuerzas políticas, dialogar sobre nuestras divergencias y construir juntas y juntos un país más justo y solidario. Es tiempo de altura de miras, es tiempo de construir nuevos horizontes y realidades”.
Por lo mismo, flotó como pesada sombra en el acto solemne la ausencia de Cuauhtémoc Cárdenas y se hizo notoria la evasión del aplauso glorificador a López Obrador por parte de Lázaro Cárdenas Batel.