Pantalla
La pandilla salvaje filmada en Parras - Parte I
La pandilla salvaje fue uno de los últimos grandes westerns de Hollywood, género que al igual que sus protagonistas, ya estaba en decadencia. Como obra cinematográfica es excelente pero la historia y su tratamiento causa controversia
Filmada en Parras de la Fuente en 1968, La pandilla salvaje (The Wild Bunch) es una película norteamericana dirigida por Sam Peckinpah que causó polémica tanto durante su filmación como en su distribución y exhibición. Basta decir que a pesar de que fue hecha en nuestro país, estuvo prohibida su exhibición durante cinco años, esto de acuerdo a Leonardo García Tsao en su libro sobre el cine de Peckinpah.
Sin embargo, Jorge Ayala Blanco señala en su libro La búsqueda del cine mexicano que fueron tres años de prohibición “porque denigraba a los mexicanos” y cuya exhibición fue permitida en la capital de la República a condición de que fuera estrenada en un cine de barrio popis, para que fuese retirada de inmediato.
Acabo de ver La pandilla salvaje en la plataforma de HBO Max en una versión extendida de dos horas y 25 minutos. La exhibida en su estreno mundial en 1969 tenía una duración menor a las dos horas que editó el productor para poder exhibirla en las corridas normales de los cines. Como obra cinematográfica es excelente pero la historia y su tratamiento causa controversia y tiene muchos detractores por el enfoque hacia México y los mexicanos, así como por su acentuada misoginia ramplona.
El interés de esta reseña es más anecdótico que cinematográfico porque como dije, fue filmada en Parras de la Fuente y zonas aledañas, y generó contenido noticioso en aquellos años porque finalmente era una película de Hollywood hecha en México en la tierra misma que vio nacer a Francisco I. Madero, con una historia de bandidos que se desarrolla en 1913 durante la revolución mexicana.
En esos años sesenta del siglo pasado el género del western clásico ya estaba en declive, y había surgido el espagueti western hecho en Italia con un gran éxito internacional a partir del estreno de El bueno, el malo y el feo (1966). En esa época se filmaron varias producciones norteamericanas en Durango, particularmente westerns; sin embargo, Sam Peckinpah, aunque tenía la intención de filmar en México, buscaba locaciones frescas y nuevas.
La pandilla salvaje fue uno de los últimos grandes westerns de Hollywood, género que al igual que sus protagonistas, ya estaba en decadencia. La historia se centro en una pandilla de ladrones y asesinos norteamericanos que se dedica a robar bancos, trenes y todo lo que se pueda, grupo delictivo liderado por el veterano Pike Bishop que sueña con dar un último golpe para poder retirarse, solo que tienen encima de ellos a unos pistoleros a sueldo cazarrecompensas que los persiguen pisandoles los talones, por lo que Pike y su pandilla se ven obligados a cruzar la frontera e internarse en México que estaba en plena revolución.
Ya en México, la pandilla se involucra en un atraco negociado con el general Mapache del ejército de Victoriano Huerta y que tiene a Francisco Villa tras de él. Al mismo tiempo, a Pike y sus secuaces los siguen los cazarrecompensas que también se internan en México pagados por los propietarios del ferrocarril que se han visto afectados por los atracos de Pike y su banda. En la película no hay buenos, todos son malos, ladrones, asesinos y misóginos, a no ser por los habitantes de un poblado mexicano que mantiene la esperanza de hacer justicia con la revolución.
La leyenda dice que a Sam Peckinpah le gustaba mucho México y quería filmar su película en nuestro país. Para la búsqueda de las locaciones pidió ayuda a su amigo Gonzalo “Chalo” González, ambos eran nativos de Fresno, California y sus padres se conocían, sin embargo ellos no coincidieron porque cuando Chalo era pequeño fueron de vacaciones a Tepatitlán de Morelos, Jalisco y su padre tuvo un accidente cuando montando un caballo cayó a un precipicio y murió. Chalo se quedó en México y regresó a Estados Unidos cuando tenía alrededor de 20 años sin conocer a Sam Peckinpah.
El azar los reunió años después cuando un sábado Chalo entró a un bar de Tijuana y encontró a un hombre arrinconado al que todos querían matar. Ese hombre era Sam Peckinpah, quien desesperado le gritó a Chalo si hablaba inglés y le pidió auxilio. Chalo calmó a los parroquianos y luego supo que Peckinpah les había invitado un trago a todos, pero al brindar los insultó con unas frases que algún travieso mexicano le había enseñado diciéndole que era la manera correcta de brindar con los amigos. A partir de ese incidente Peckinpah y Chalo iniciaron una muy buena amistad. En varias ocasiones el director le ofreció trabajo en su películas, pero González prefería seguir con sus negocios de importación de madera.
Cuando Peckinpah preparaba La pandilla salvaje, el negocio de Chalo no estaba bien y aceptó trabajar con el director contratado como Asesor Técnico. Lo mandaron a México a buscar locaciones “frescas”. La productora Warner Bros. le dio un Chevy y $3,000 dólares (equivalente $20,000 del 2010) y emprendió el viaje a nuestro país en aquel turbulento año de 1968.
Chalo se acordó que conocía a un profesor que trabajaba para el gobierno en el desarrollo de zonas desérticas. Le mandó el guión y el profesor le dijo que la mejor locación era un pueblo pequeño en Coahuila llamado Parras de la Fuente, “la fuente de las vides” que estaba construida en un oasis del desierto de Chihuahua y que era el pueblo natal de Francisco I. Madero. Chalo lo recordaba porque había ido alguna vez de vacaciones a ese pueblo. El profesor le dio una carta de recomendación para el gobernador del estado Braulio Fernández Aguirre y otra para el alcalde Othon Aguero Nanke.
Chalo González fijó su centro de operaciones en Torreón que tenía aeropuerto con vuelos directos a Los Ángeles, además de contar con bancos, hoteles y otras amenidades. También, el río Nazas estaba al norte y había escenarios naturales maravillosos, una región que había sido ignorada tanto por la industria cinematográfica de Hollywood como de México. González encontró la locación perfecta en Parras y sus alrededores para filmar La pandilla salvaje. En la hacienda de Ciénega del Carmen, construida por los españoles en los 1700s, encontró unas ruinas maravillosas donde podría situar el cuartel del general huertista Mapache.
En su scouting, Chalo González encontró vías de ferrocarril en las afueras de Otinipa, Durango a 150 kilómetros de Torreón para las escenas del robo al tren. Chalo tomó infinidades de fotos Polaroid y regresó a California para mostrarlas al director, quien quedó fascinado con las locaciones halladas por González y que luego pudo constatar en persona cuando viajó a Parras junto con el gerente de producción y el director artístico. González rentó todos los hoteles y casas que pudo en Parras, además tuvo que negociar con los líderes del pueblo para que permitieran hacer la filmación, incluso la alcaldía aceptó posponer unas mejoras para dejar los postes antiguos de teléfono y electricidad.
Chalo se tuvo que mover rápido para llegar a acuerdo con toda la población, incluso la productora Warner Bros.-Seven Arts tiene registro de un pago de 25 mil pesos (alrededor de $1,300 dólares de 1968) que hizo Chalo González como “la mordida” (en español en el original) para asegurar la total cooperación del alcalde.
Hubo dificultades con los sindicatos americanos y mexicanos por las diferencias salariales que finalmente se arreglaron. La familia Bedegas, propietaria de la hacienda Ciénega del Carmen, aceptó rentar tanto la hacienda como la vinatería y el acueducto. La Warner pagó sesenta mil pesos (cerca de $3,400 dólares) para hacer uso de esos lugares, y también acordaron mover un cultivo de alfalfa para dejar tierra desértica. Finalmente la familia Bedegas estuvo de acuerdo en permitir que 200 soldados del ejército mexicano que trabajaron como extras acamparan en los antiguos campos de alfalfa.
Esta reseña de la preproducción y la que seguirá la próxima semana, están basadas en el libro The Wild Bunch (La pandilla salvaje): Sam Peckinpah, una revolución en Hollywood y la realización de una película legendaria, escrito por W. K. Stratton en 2019 con motivo del cincuentenario del estreno de la película. Es la historia más completa y detallada que existe sobre la película, clasificada como uno de los mejores westerns de todos los tiempos por el American Film Institute.
Continuará...