Opinión
Sábado 05 de Octubre del 2024 08:16 hrs

La Conversación Cambió o “E” Menos 48


Cabe aclarar que, todavía, no estamos hablando de lo que tenemos que acordar; la conversación no es la que tendría que ser, no dialogamos con fuerza y profundidad sobre los grandes problemas nacionales

El optimismo continúa. 

Si de algo podemos estar seguros es que, en política, uno propone y la vida dispone; cuéntame tu proyecto para que me ría. 

La pirámide política es inhumanamente inclinada y estrecha; muchos sueñan con llegar a ocupar las posiciones más altas. Pocos son los que tienen la oportunidad y, aun menos son, los que tienen la capacidad. 

Hace apenas un par de semanas, a un año de las elecciones, dábamos cuenta de, por lo menos, treinta y un aspirantes a la presidencia; siete por el lado oficialista y veinticuatro más por parte de la oposición. Dos semanas después, podemos decir que, si bien muchos siguen suspirando, solo dos despuntan y tres persiguen a distancia razonable. Todos, poco a poco, se van acomodando.  

Por el lado oficialista, Claudia sigue siendo la preferida. Ebrard hace esfuerzos, casi sobrehumanos, pero no parece hacer mella en las preferencias; los dos llevan tanto tiempo en campaña, que poco puede suceder que mueva la aguja en cualquier dirección. 

La desesperación comienza a hacerse patente, el discurso se radicaliza cuando la carrera no es equitativa, y los esfuerzos no logran vencer la intención: Marcelo, veladamente, como por si no le quedara otra opción, amenaza con dejar Morena. Pero son demasiados años de disciplina ciega, nadie le cree, no es congruente. 

Por el lado de la oposición es donde el juego y las reglas han cambiado, se han impuesto. Ya hace un par de semanas se veía venir a Xóchitl Gálvez, como un elemento de quiebre (aquí lo escribimos antes del anuncio del Frente, sus reglas y la confirmación de la precandidata). De alguna forma, por suerte, designios de la vida, inmensurable inquietud que la hace estar en todo a la vez o, simplemente, por pura casualidad, todo se conjugó para que la marea la levantara, la cargara por encima de otros que lo han deseado y trabajado por mucho más tiempo. 

El golpe fue tan fuerte que la conversación cambió: las corcholatas callaron, del Presidente, sin fuerza, cayó la agenda, sin darse cuenta, y ya estaba escrito, que aquel momento, hubiera oposición.

Cabe aclarar que, todavía, no estamos hablando de lo que tenemos que acordar; la conversación no es la que tendría que ser, no dialogamos con fuerza y profundidad sobre los grandes problemas nacionales, no existe el suficiente intercambio de ideas sobre cómo, como sociedad, vamos a solucionar la inseguridad que nos coarta, la inequidad en educación, salud y bienestar que nos agravia, la corrupción y el dispendio que nos empobrece, y que, este gobierno, no ha logrado más que profundizar. 

La culpa no es de las personas, diría la maestra de preparatoria, la culpa es propia de la historia. 

La historia que se va escribiendo con la tinta de los procesos sociales, en las páginas de la política y la economía. Procesos, todos ellos, donde la sociedad toma dirección hacia el futuro que le espera, esa sociedad, masa sin forma, borrosa, indeterminada, de la que todos formamos parte, conjunto de individualidades donde a nadie se le puede identificar, que en conjunto mueve el timón. 

La naturaleza del político es dirigir a la sociedad, influenciar en el individuo para que, actuando en el anonimato de la masa social, le sigan en el camino; influenciar en la historia, grabando su nombre en letras de oro, ser recordado como gran reformador, reconocido estadista o incontenible mártir. 
 

A veces se dan, de vez en cuando, las condiciones en las que un liderazgo surge, natural, espontáneamente, de la masa social. Un liderazgo político que, por germinar en la misma sociedad, sin ser político cohesiona y encamina al mismo grupo del que surgió. 

En política uno propone y la vida dispone, cuéntame tu proyecto para que me ría; no es el individuo, la culpa no es de las personas, la culpa es de la historia: es la sociedad, es el conjunto de individualismos, las circunstancias en que se dan; como el agua para chocolate que solo funde, solo cuaja a la temperatura ideal. 

Hay motivos para estar optimista. Todavía no hablamos de lo que debemos hablar, pero la conversación cambió: ya no es diálogo de sordos, es movimiento social. 






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