Opinión
Miercoles 14 de Agosto del 2024 09:22 hrs

Jugando a Ganar


Aunque, también, están los optimistas, esos pocos que salieron a marchar enfrente del INE. Quienes saben que, los vicios de la sociedad solo se curan cuando se ha tocado fondo y las vidas se vuelven ingobernables. Quienes creen que se puede recuperar el sano juicio, poniendo sus vidas y voluntades al servicio del bien mayor, haciendo un minucioso inventario de lo que somos: virtudes y defectos.

Poca duda queda de que López Obrador, Morena y Claudia Sheinbaum tienen una deriva autoritaria que deriva, valga la redundancia, en un cierto gandallismo para hacerse del poder público violando los principios más encarnados de la izquierda progresista y humanista que dicen representar.

Los malabares retóricos que los propagandistas del régimen esgriman para justificar la transformación que el oficialismo propone ejecutar en los meses finales del 2024 caen en lo inverosímil. 

Aun así, pocas opciones se vislumbran de que, de la nada, por generación espontánea, surja una fuerza que contrarreste la corriente que nos hace resbalar hacia atrás y abajo, hacia la era de retroceso y deterioro, experimentada en el sexenio que acaba, en la que apenas estamos entrando. 

No cabe duda de que los sucesos desde el 3 de junio, en que nos despertamos con una secretaria de Gobernación anunciando que la pirinola le premiaba con “toma todo”, han llamado a una reflexión profunda de gran parte de los grupos sociales que forman al México complejo del siglo XXI.  

El oficialismo parece jugar en su propio tablero: con reglas que López Obrador impone, que no se cuestionan. Si bien, Claudia podrá parecer más reflexiva, integrando cuadros con mayor capacidad intelectual, técnica y ejecutiva a sus ligas, las señales siguen siendo que las cartas que juega las controla Andrés Manuel, y que no trae ningún as bajo la manga que le pueda dar independencia. 

Se identifica, sin embargo, algo de preocupación en los votantes de Morena. Aquellos Chairos que, si bien no son parte del oficialismo, se compraron el boleto de “bandera blanca contra la corrupción neoliberal”, en el circo de no mentir, no robar y no traicionar al pueblo, comienzan a sentir que la magia desaparece, que la diversión se acaba y que los destellos y luces se apagan.

El chairismo, como cultura popular mexicana, parece entrar en una etapa de reflexión profunda al igual que el resto de los mexicanos. Por razones diferentes, pero de igual forma: acallados, irreconociblemente poco combativos, inclusive se podría decir dóciles, pareciera que, en lo profundo de su conciencia, saben que las cosas se han llevado demasiado lejos, que solo jugaron con ellos. 

Tres sacudidas del tablero han desatado la preocupación: Las elecciones de Venezuela, el drama de un pueblo (bueno) reprimido y violentado, y el incongruente reflejo de un gobierno que no predica al mundo lo que presume en casa. La evidente fragilidad económica y el efecto de vacío en el bolsillo. Y la (no tengo pruebas, tampoco dudas) colusión de los gobiernos de Morena con el crimen organizado y los generadores de violencia que se han destapado, como en la caja de pandora, con el secuestro del Mayo. 

Muchos se dan cuenta que los chamaquearon, que buscando escapar del infierno de un régimen injusto, se entregaron de brazos abiertos a otro que puede llevarlos a un infierno mucho peor. Se dan cuenta que, en el juego de Serpientes y Escaleras, son presas de la serpiente que los puede llevar décadas atrás. 

Esa no fue la apuesta que hicieron: Si bien Claudia ganó con el 59.4% de los votos. Los mexicanos, chairos incluidos, nunca tuvieron la intención de darles más del 52% en la Cámara de Senadores y el 54% en la de Diputados. 

La sociedad mexicana, en todos sus grupos, se siente cada vez más huérfana. Los que nunca estuvieron con López, no tienen a donde arrimarse: el silencio de Marko y Dante genera inquietud y los desfiguros de Alito solo confirman que solo fuimos peones. 

Y los que creyeron en la transformación de la vida pública de México, oran por el deslinde de Claudia y ven señales inexistentes de dicha independencia en cualquier lugar. 

Todos callados, impávidos, esperando que algo suceda. 

Aunque, también, están los optimistas, esos pocos que salieron a marchar enfrente del INE. Quienes saben que, los vicios de la sociedad solo se curan cuando se ha tocado fondo y las vidas se vuelven ingobernables. Quienes creen que se puede recuperar el sano juicio, poniendo sus vidas y voluntades al servicio del bien mayor, haciendo un minucioso inventario de lo que somos: virtudes y defectos. 

Los optimistas que saben que, aun cuando, en el juego de serpientes y escaleras, hemos caído en una casilla con una serpiente, es solo tiempo para que México y los mexicanos caigamos en una escalera que nos lleve a ganar. 






OPINION

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