Opinión
Miercoles 26 de Junio del 2024 06:41 hrs

¡Al Hueso!

Herencias Malditas


La continuidad que llaman “segundo piso de la transformación” nada indica en términos de un cambio en la política de abrazos para reemplazar la obligación de combatir a la delincuencia, materia en que los hechos abominables ocurridos en León, Guanajuato, volvieron a desenmascarar la connivencia de las policías con las bandas.

“Hoy es posible decir que un gobernante es un inútil sin que nos pase nada. Al gobernante tampoco". Anónimo.

Muchos son los lastres que el Presidente Andrés Manuel López Obrador hereda a Claudia Sheinbaum y el principal es la camisa de fuerzas representada por él mismo, con su egocentrismo exacerbado por el resultado electoral y su intolerancia hepática al diálogo.

Si había alguna, hoy no quedan dudas que lejos de irse merecidamente a su rancho de Palenque, para satisfacción y tranquilidad de muchos, el macuspano pretende emular a Plutarco Elías Calles, imponiendo sus particulares visiones e intereses a la sucesora, que en este caso además tendrá como soga al cuello la amenaza de revocación de mandato.

Por naturaleza política, la actual fuerza social del mandatario irá paulatinamente disminuyendo y volcándose a favor de la ex jefa de gobierno, pero en cualquier caso un acto de rebeldía de su parte generaría extrema y peligrosísima confrontación en el país. 

Desde la tribuna matinal, en solo una semana, López Obrador ha desdibujado la personalidad de la futura Presidente, sumergiéndola en lo que fue su principal negativo, la característica de marioneta del actual mandatario.

A la par, ha generado un enorme daño al país, que va más allá de las tormentas del dólar. Por la vía de la monopolización del poder a través del dominio de la estructura judicial, en la visión desde el exterior nos sitúa en el mismo nivel de régimen autoritario que Venezuela, Cuba o Nicaragua, por solo tocar nuestro continente.

Precisamente, el tema de la reforma judicial deja a Sheinbaum disminuida. Con aparente cordura y ante un México confrontado, desde el discurso del triunfo ofreció diálogo y  concertación para dar sustento y fuerza a sus proyectos. Lo refrendó al señalar que habría análisis abierto de las propuestas de reforma constitucional, sin prisas ni imposiciones.

Con eco en algunos de los principales cuadros de su equipo, logró por un día calmar la inquietud en la economía y las finanzas, pero la mañana siguiente tronó el látigo de Palacio con voz imperativa: ¡Se hará como yo ordené!

Y tras la comida y el beso que refrendó el pacto de obediencia, la virtual Presidente retomó la farsa y se amparó en una de las típicas maromas del sexenio, una encuesta “patito” para que “el pueblo bueno” decidiera entregarles control y destino de la justicia. 

De la actitud ante esa principal herencia maldita se deduce lo que, cuando menos, será seguir “nadando de muertito”, como en la campaña, ante la suma de desafíos que le plantea la contradictoria opinión ciudadana, al evaluar negativamente resultados del actual sexenio. En orden de malestar: seguridad, salud, corrupción, economía.

La continuidad que llaman “segundo piso de la transformación” nada indica en términos de un cambio en la política de abrazos para reemplazar la obligación de combatir a la delincuencia, materia en que los hechos abominables ocurridos en León, Guanajuato, volvieron a desenmascarar la connivencia de las policías con las bandas.

Hay que dar por hecho que la militarización continuará, que la responsabilidad civil en materia de seguridad seguirá circunscrita a un papel administrativo y habrá nuevas y mayores presiones de los vecinos del norte, para con su cinismo característico exigir el control de un problema cuya génesis está en ellos mismos.

Igual seguramente sucederá con el patético fracaso en salud, esa que no caminó hacia Dinamarca y por el contrario en el gobierno de “primero los pobres”, precisamente a la mayor parte de ellos los ha dejado sin medicinas y sin cuidados, a menos que carguen con los costos de la atención particular.

Con el intransitable Arturo Zaldívar como parte del grupo que guiará la toma de control del Poder Judicial, no es mucho tampoco lo que se puede esperar en materia de combate a la corrupción. Desde el 2 de junio los hijos de López Obrador, sus amigos-socios y hasta varios miembros del círculo central de la futura mandataria regresaron a las plácidas hamacas, luego de los nervios que les provocaron las revelaciones durante las campañas.

Esas, muy puntuales, son las herencias donde se ha centrado la crítica, desgraciadamente con tono de censura por la lucha electoral y no con propuestas sólidas de solución, que puedan orillar a la futura Presidente a la apertura de diálogo y acciones concertadas.

Sin embargo, hay otra poco abordada, que ya genera impacto social y económico, con mala proyección para el futuro: los indiscriminados y descontrolados apoyos a la juventud, fértil captura electoral amparada en ese eufemismo de “jóvenes construyendo el futuro”. 

El hedonismo natural, incentivado por el acceso a dinero gratuito y sin control real, con un sistema de educación pública debilitado, en que además se menosprecia el papel de la evaluación, ha dado paso al fortalecimiento de un modelo de conducta que los propios jóvenes denominan “valemadrismo”.

Una herencia que frena la economía, ensombrece el mañana y está sepultando los valores de la cultura del esfuerzo, esa que nos legaron las generaciones predecesoras.






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