¡AL HUESO!
El país de Claudia II
El 1 de octubre, Claudia Sheinbaum Pardo asumirá el gobierno con una herencia de multifacéticas crisis. Lo hará en situación de debilidad, por el mínimo espacio político que le permite su mentor, como por sus propias indefiniciones o contradicciones y las presiones ante la reversión democrática en el país.
El que se mete a la política, es como gato en chimenea… o sale quemado o sale tiznado. Filósofo de Güemes.
El 1 de diciembre de 1994, Ernesto Zedillo Ponce de León asumió la Presidencia de la República y recibió un país prendido con alfileres, que desclavados por el denominado “error de diciembre” sumieron al país en el mar embravecido de una crisis financiera.
El 1 de octubre de 2024, Claudia Sheinbaum Pardo asumirá la Presidencia de la República y recibirá un país sin alfileres, dividido y confrontado, sumido en una crisis generalizada que en estos días desborda lo político y se extiende a economía y finanzas.
Controlar el tsunami será un desafío enorme, al que se enfrentará con dos debilidades principales: un mínimo espacio de decisión y acción que, junto con los problemas, le hereda López Obrador; y un peso político disminuido, al carecer de la fuerza, el carisma y la capacidad de manipulación que debe reconocerse a su mentor.
Asumirá con las manos atadas en lo político, porque el liderazgo de la masa morenista lo aseguró López Obrador para sí, el control de la mayoría en el poder legislativo no será de ella sino de él, y de su venia dependerá cualquier iniciativa de la nueva mandataria.
De aprobarse la cooptación del Poder Judicial -por la más que posible entrega del actual liderazgo priísta-, los jueces electos lo serán también bajo la égida del actual Presidente y a él fundamentalmente obedecerán, con lo que eso significa. Y, riesgo, habrá narcojueces.
Un tercer vértice es el poder político fáctico de las fuerzas armadas, acrecentado al extremo por López Obrador a través de entregarles espacios de negocios.
Desde el equipo de transición se ha deslizado que los nuevos mandos serán designados un día antes del cambio de poder, para evitar jefatura dual. Lo cierto es que también allí el actual mandatario presiona para que sean designados mandos afines y entre los propios uniformados -principalmente en el Ejército- hay lucha sorda por la ambición de heredar los jugosos privilegios económicos.
Si, el momento huele a maximato, avanza como maximato y asusta como maximato.
La preocupante inocuidad con que comenzará Sheinbaum está a la vista. Sus mensajes ante la crecida agitación por la mayoría adjudicada a la coalición que la respalda, en particular ante la reforma al Poder Judicial y la desaparición de los órganos autónomos, han sido mentiras -como que en USA se elige a todos los jueces- o tibiezas intrascendentes que, desestimadas, no han calmado a nadie.
Por el contrario, al insistir en el continuismo y adoptar personajes radicales o cuestionados, ella misma acreciente su debilidad y limita el impacto positivo por la designación de perfiles calificados en la conformación inicial de un gabinete que, dado el cerco político, deberá caminar en puntillas por estrecho pasillo para no pisar al Tlatoani.
Tal como la división y el encono en el país, son inocultables las crisis en seguridad, salud, educación, gobernabilidad, PEMEX y CFE, por nombrar las principales. Particularmente grave, la ausencia del Estado en zonas del país donde el gobierno real lo ejerce la delincuencia.
No era preocupante hasta hace poco tanto la situación económico-financiera, en que se mantenía indicadores levemente positivos, aunque insuficientes. López Obrador se jactaba con el mismo argumento de sus odiados neoliberales: las cifras macroeconómicas muestran estabilidad. Al cierre del sexenio están en terreno rojo, salvo las reservas que Banco de México ha mantenido lejos de la voracidad presidencial.
El reciente informe del INEGI revela el indesmentible retroceso. La economía va a la baja y el crecimiento cierra en nivel del 1.1% del PIB, el menor en 30 años; retrocede también la manufactura, automotriz incluida; el dólar va hacia arriba; la inflación vuelve a subir; cayó el consumo; y las obras capricho, combinadas con el sobregasto electorero, se expresan en un déficit fiscal del 5.9%, el mayor desde De la Madrid.
No es ciertamente el término de gobierno que soñaba López Obrador en su pretensión de situarse entre los héroes históricos. Menos el inicio terso que esperaba y pregonaba Sheinbaum, que se verá atrapada por su pasividad ante los excesos del amo, porque como ha dicho el mismo Presidente, lo mejor es que se va a poner peor. Como se está poniendo
Las advertencias sobre los efectos económicos y financieros de la embestida al Poder Judicial, expresadas en lo interno hasta un desacostumbrado rechazo del Consejo Coordinador Empresarial, en la última semana escalaron en dureza a nivel internacional, con señalamientos sobre violación a valores democráticos básicos.
Estados Unidos y Canadá pusieron el tono mayor a través de duros planteamientos de sus embajadores, que dejaron en claro como los riesgos de perder los beneficios del TLCAN no están solamente en un eventual triunfo y las amenazas de Donald Trump, sino sobre todo en la regresión legal interna que perversamente impone López Obrador en venganza contra la actual Suprema Corte.
Ese es el tsunami agravado en los últimos días y ante el cual, desgraciadamente y contra lo racionalmente esperado, se ve una futura mandataria subordinada, insípida, disminuida y, dicen, en momentos apanicada por los cadáveres en el closet de Palacio.