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El Orden de los Cárteles
En el país el “orden” del crimen hace hoy lo que quiere. Mientras el Estado sucumbe poco a poco al poderío de los ejércitos informales del narcotráfico, la violencia se generaliza y la sociedad se va acostumbrando a las balaceras, los narcobloqueos, los convoyes de los cárteles, las matanzas y los “colgados”
En su libro CeroCeroCero sobre el pasmoso poder alcanzado por los traficantes de cocaína y los cárteles del crimen en Italia, Estados Unidos, Rusia, Colombia y México, Roberto Saviano expone una conclusión demoledora para explicar el crecimiento de la delincuencia organizada:
“Lo que hace crecer a las mafias (en cualquier país) obedece al vacío de poder, la debilidad, la podredumbre de un Estado frente a una organización que ofrece y representa un orden”.
La premisa encierra dos raíces:
1. La incapacidad absoluta de las instituciones del Estado para enfrentar a los grupos dedicados a actividades criminales.
2. Los cárteles son organizaciones estructuradas, jerárquicas, corporativas. Tienen un orden y una lógica en todas sus actuaciones.
El marco de impunidad, inseguridad y descomposición para operar la explosión de tres autobombas ayer en el penal de Tula, Hidalgo, no se gestó en los últimos días. Es el resultado de la ineptitud e ineficiencia de los gobiernos de las últimas décadas.
La pasividad de Fox frente al crimen, la guerra estéril —sin planeación ni estrategia— de Calderón, la corrupción galopante de Peña Nieto, y la absurda política de “abrazos, no balazos” de López Obrador explican la consolidación del “orden” de los cárteles y la espiral de violencia que desgarra el tejido social y siembra terror en todo el país. Antes, el lenguaje del viejo priismo con el crimen solía ser la complicidad.
Pero no todo tiene que ver con el gobierno central. El estado de descomposición al que hemos llegado es también el resultado de la interesada indiferencia y la falta de nervio y temperamento de no pocos gobernadores y alcaldes.
Cuando la narcoguerra comenzó a estremecer al noreste del país los primeros años de este siglo, el gobernador de Coahuila, Humberto Moreira, solía lavarse las manos ante las masacres o los eventos criminales de alto impacto registrados en el Estado: “Son eventos del orden federal”.
Junto con él, los tamaulipecos Eugenio Hernández y Egidio Torre Cantú, el nuevoleonés Rodrigo Medina y tantos otros gobernadores de entonces y de ahora salían con la misma cantaleta: “Son delitos del crimen organizado, le corresponde a la federación”.
Esa ha sido la excusa de no pocos mandatarios: disimular, no comprometerse, dejar que el agua corra. Son delitos federales, no estatales. ¿Y los muertos?, preguntamos. ¿Son municipales, estatales o federales? La displicencia, la insensibilidad, ofende. Mejor correr, esconderse, antes que arremangarse la camisa. Enfrentar al crimen puede dejar daños colaterales para un político: el desgaste, la necesidad de rendir cuentas o la pérdida de la popularidad. Mejor no meter las manos.
Así, el “orden” del crimen hace hoy lo que quiere. Lo mismo ataca alcaldías, como la de Guaymas, donde el jueves pasado una activista fue asesinada, que toma las playas de Acapulco con sus comandos, acribilla jóvenes en Celaya o Cuernavaca, o perpetra masacres en Sinaloa, Veracruz, Chihuahua, Morelos, Quintana Roo, Michoacán o Guerrero. El creciente fenómeno de los “colgados” de Zacatecas es grotesco, vergonzoso.
Un evento que apenas ha llamado la atención de la prensa nacional, hace unas semanas se reveló en San Pedro Garza García —el municipio más rico y con la corporación policiaca “mejor” calificada de México— agentes secuestraban a personas para ponerlos en manos de los cárteles. La policía al servicio del crimen. Un escándalo. Ese es el poder del “orden” criminal. La corporación más profesional infiltrada por los cárteles.
Tras la explosión de los autos bombas, ayer nueve peligrosos delincuentes —uno de ellos un capo mayor— se fugaron del penal de Tula. Las causas de la fuga no fueron los estallidos, sino la corrupción y el ambiente de impunidad. La detonaciones fueron, en todo caso, la siembra del caos para justificar la fuga. No fue un hecho aislado al telón de la descomposición y podredumbre de la que habla Salviano.
Mientras el Estado sucumbe poco a poco al poderío de los ejércitos informales del narcotráfico, la violencia se generaliza y la sociedad se va acostumbrando a las balaceras, los narcobloqueos, los miles de desaparecidos, los convoyes de los cárteles, las matanzas y los “colgados”, y también a la corrupción ya “normalizada” de corporaciones e instituciones de seguridad.
El lavado de dinero por toneladas se cocina aparte: en el sistema financiero.
No estamos mejor hoy que antes. El fracaso de la lucha contra el crimen es evidente. Ni la militarización de los aparatos de seguridad pública con la Guardia Nacional al frente han logrado contener, así sea mínimamente, al crimen. Contra los delincuentes, dice el presidente, “abrazos, no balazos”.
Ya desde el 2014, año de la edición de CeroCeroCero en México, Saviano alertaba que las reglas de los grupos del crimen han cambiado. “Los actores se multiplican”, escribió entonces. “Nacen rápidamente devorando territorios y regiones enteras. Es la locura de los nuevos cárteles. Estructuras más flexibles, rapidez de ejecución, familiaridad con la tecnología, ostentación de las masacres, oscuras filosofías pseudorreligiosas. Y una furia que hace palidecer a todos los que les han precedido”.
Frente a esa locura, la incapacidad, la corrupción, la impunidad o la indiferencia del Estado y la sociedad. Cualquier día amaneceremos como la rana de la metáfora en la olla: hervidos poco a poco en el caldo de violencia. Las instituciones del Estado, a ojos vistas, comienzan a ser rebasado por el “orden”, el “orden” de los realmente poderosos.
Galerín de Plomos
La inseguridad es principal preocupación de los mexicanos. Un 47 por ciento de los ciudadanos cree que es el problema más grave del país, contra un 37 por ciento que tenía esa impresión en agosto pasado. Según la encuesta de evaluación del gobierno de López Obrador de Reforma y El Norte, un 58 por ciento estima que la violencia y la presencia del crimen organizado va en aumento en el país. Hace tiempo que los incidentes violentos dejaron de verse como hechos aislados.
Twitter: DBrondo