Dos caras de la mala alimentación en México
- Por: Redacción --
- 18/09/2022 @ 15:15 --
- Mexico
- Especiales
Mientras 74.1 por ciento de adultos tienen sobrepeso y obesidad, los desórdenes alimenticios como la anorexia y la bulimia mantienen un índice de mortalidad mayor que los suicidios en adolescentes y jóvenes
Ciudad de México.- Mientras que en México las advertencias sobre alimentos que producen obesidad y sobrepeso no parece frenar que casi tres cuartas partes de la población padezcan sobrepeso, al mismo tiempo trastornos de la conducta alimentaria (TCA) como la anorexia o la bulimia registran un mayor índice de mortalidad que el suicidio.
De acuerdo con alertó la especialista de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM, Karla Edith González Alcántara, “se considera que una de cada cinco personas que muere por estos trastornos de la conducta alimentaria (TCA) se quitó la vida, mientras que los otros cuatro decesos obedecen a falla orgánica múltiple”, ocasionada por la falta de nutrientes al cuerpo.
“Hablamos de un trastorno que genera diversas consecuencias y, además, pareciera que es un problema de salud que está en crecimiento. Eso es algo que los especialistas debemos considerar porque podría pensarse que no están sirviendo los tratamientos con los que trabajamos y atendemos a estos pacientes”, refirió.
La investigadora del Laboratorio de Salud y Alimentación de la entidad universitaria precisó: para que una persona con TCA llegue a la muerte suelen pasar años con ese padecimiento. Por ello, deberían considerarse enfermedades crónicas, ya que los síntomas no desaparecen en su totalidad y los enfermos sufren un alto porcentaje de recaídas, 48 por ciento de los pacientes, en promedio.
Al dictar la conferencia “Conductas alimentarias de riesgo”, dijo que anorexia y bulimia, además de ser consideradas comportamientos que los individuos inician a temprana edad –adolescentes y jóvenes–, están basados, sobre todo, en el deseo de modificar la imagen corporal, en especial estar más delgados.
Explicó que una persona tiene anorexia cuando rechaza o restringe el consumo o ingesta de alimentos, o bien realiza conductas compensatorias como el consumo de laxantes o vómito autoinducido. Esto se manifiesta en un peso corporal por debajo de lo normal o esperado para su edad, y presenta una alteración de la percepción de su peso o silueta corporal. Mientras que aquellos con bulimia, los criterios diagnósticos consideran que tienen una ingesta de alimentos en cantidad superior a la de cualquier otro individuo en periodos cortos de tiempo, o lo que se denomina “atracón”.
Esta conducta genera una sensación de pérdida de control de lo que comen. Además, el “atracón” está relacionado con sensaciones como sentirse desagradablemente lleno hasta el punto de desear vomitar. “De pronto les da sentimientos de vergüenza o de culpa, por esas actitudes de comer de más, aunque no se sienta una necesidad real de comer y aun así lo hacen”.
González Alcántara refirió que son diversas las consecuencias asociadas tanto a la anorexia como a la bulimia, en particular si se presentan por un tiempo prolongado. Por ejemplo, podría desencadenarse anemia, cansancio, agotamiento y debilidad muscular, incluso osteoporosis, cabello y uñas quebradizas, piel seca y amarillenta, disminución de temperatura corporal por la baja cantidad de calorías, lo que podría relacionarse con crecimiento de bello en el cuerpo para mantener el calor.
Además, presión sanguínea baja, respiración y pulso lentos, y más a largo plazo infertilidad, daño al corazón y cerebral y, finalmente, insuficiencia orgánica, es decir, “llega el momento en que por falta de nutrientes o por deshidratación severa, ocurra una falla multiorgánica”.
Es difícil determinar el origen de los TCA, abundó, aunque se ha avanzado en su conocimiento, pero hay aspectos por conocer como los factores que los precipitan y mantienen. “Por ahora podemos decir que son alteraciones de origen multifactorial: biológicas, como cuestiones genéticas que se han considerado pudieran estar relacionadas, pero también por sobrepeso u obesidad; psicológicas; es decir, cuestiones de personalidad como baja autoestima, depresión, insatisfacción corporal y ansiedad, entre otras”.
Además de aquellos factores sociales relacionados con críticas sobre la apariencia, incluso que se haya sufrido bullying por ello, y la presión de la sociedad para alcanzar el ideal de delgadez.
En general, lo que se conoce de la epidemiología de los trastornos de la conducta alimentaria es que suelen ser un problema más común o de mayor incidencia en mujeres adolescentes, aunque ello no significa que los hombres no presenten un TCA. En la actualidad se observan estos problemas en niños de cinco años de edad, “eso significa que si pensamos en las consecuencias físicas descritas, tenemos un foco de alarma todavía mayor al que teníamos hace algún tiempo”.
Puntualizó que pareciera que la prevalencia de los trastornos es relativamente baja; no obstante, en el Manual Diagnóstico y Estadístico (DSM, por sus siglas en inglés) se establece que el 0.4 por ciento de las mujeres adolescentes a nivel global presentarán anorexia y 1.5 por ciento bulimia. Sin embargo, resulta difícil conocer cuántas personas han sido diagnosticadas, peor aún, determinar el número de quienes realizan esas conductas.
Los casos diagnosticados en el país, aseveró, son tan solo la punta del iceberg de los trastornos mentales, ya que son pocas las personas que llegan a atención especializada, mientras que hay una cantidad significativa de individuos quienes permanecen sin diagnóstico y, por lo tanto, sin tratamiento. Lo que significa que los datos de prevalencia sobre TCA podrían ser nueve veces superiores a los registrados.
Ante ello, resaltó la necesidad de que los especialistas trabajen en personas con un diagnóstico de trastornos y tratar de identificar a aquellas que realizan esas conductas para evitar que las cifras de estos problemas de salud se eleven y no lleguen a ser un trastorno de la conducta alimentaria, los cuales se han asociado también con depresión, ideación suicida y consumo de sustancias tóxicas.
En ese sentido, dijo que es necesario identificar alteraciones o factores asociados con este fenómeno. También se requiere tener claro que se trata de una afección mental de la cual no pueden salir por sí mismas y, por lo tanto, requieren ayuda.
COMBATEN OBESIDAD CON ALIMENTOS FERMENTADOS En contraste, la académica de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Cuautitlán, Raquel Gómez Pliego, desde hace algunos años se dedica a la elaboración de alimentos fermentados funcionales nutracéuticos para coadyuvar al control de la obesidad y el sobrepeso, dos elementos que también desarrollan enfermedades y son la raíz de muchas de las principales causas de muerte en el país, asociadas a diabetes, hipertensión, problemas cardiovasculares, entre otros
La disminución del sobrepeso y la obesidad es considerada el reto más importante de salud pública mundial, debido a la rapidez de su incremento y al efecto negativo que ejercen en la salud de quien la padece. Además, son el principal factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades crónicas no transmisibles, como diabetes, hipertensión arterial, dislipidemia, enfermedades cardiovasculares, entre otras.
Los Alimentos Funcionales (AF) son aquellos en los cuales algunos de sus componentes afectan funciones del organismo de manera específica y positiva, promoviendo un efecto fisiológico o psicológico más allá de su valor nutritivo tradicional. Este efecto puede contribuir al mantenimiento de la salud y bienestar, a la disminución del riesgo de enfermar, o ambas.
Un nutracéutico es un producto basado en ingredientes procedentes de la naturaleza que previenen las enfermedades crónico degenerativas, como los infartos, embolias, hipertensión, diabetes y cánceres hormonodependientes (glándulas mamarias, próstata, tiroides, etcétera).
La investigadora, junto a tesistas de la licenciatura de Química Industrial, evalúa el efecto de fibras prebióticas (chícharo, brócoli y trigo) en la sobrevivencia de Lacticaseibacillus casei sups casei, sobre cambios fisicoquímicos y sensoriales ocurridos durante la vida de anaquel de leches fermentadas.
Para desarrollar esta línea de investigación, la universitaria trabajó con un simbiótico conformado por estas bacterias ácido-lácticas gram positivas (por sus propiedades son la cepa más utilizada en la industria para fermentar quesos y yogurt) y fibras de trigo, chícharo o brócoli, porque en su composición las tres tienen un porcentaje soluble e insoluble.
Los simbióticos son “una mezcla de probióticos y prebióticos destinada a aumentar la supervivencia de las bacterias que promueven la salud, con el fin de modificar la flora intestinal y su metabolismo”.
Al exponer la fibra al agua se puede clasificar en dos tipos: fibras insolubles favorecen la digestión, porque incrementan los movimientos peristálticos del intestino. Benefician a la salud al aumentar la frecuencia del tránsito intestinal y al reducir la constipación al determinar la consistencia de las heces.
En tanto, las fibras solubles se expanden en el intestino, reducen la velocidad de vaciamiento gástrico y, en consecuencia, disminuyen el apetito. Sus beneficios son: reducción del colesterol y de la aterosclerosis; protección contra la obesidad, diabetes mellitus, cáncer de colon; interferencia en la absorción de ciertos nutrientes como las grasas; y protección de la indemnidad de la flora bacteriana del colon.
La especie Lactobacillus casei contiene bacterias anaerobias gram positivas que favorecen el crecimiento de microbios benéficos, protege el revestimiento intestinal y reduce la adhesión de patógenos.
“Al agregar a un alimento esta combinación se le adiciona un sustrato de buena calidad, tanto para el organismo como para el microorganismo”, explicó Gómez Pliego. En el caso del yogurt, durante la fermentación de la lactosa y la degradación de las proteínas se produce una gran cantidad de péptidos bioactivos, que mejoran la calidad del alimento, pues se absorben con mayor facilidad que una proteína y su poder de digestión es mejor.
Cabe destacar que los péptidos bioactivos están inactivos dentro de la secuencia de la proteína intacta y pueden ser liberados por acción de enzimas proteolíticas nativas de la leche, enzimas de bacterias ácido lácticas o de fuentes exógenas, durante la digestión gastrointestinal o el proceso del alimento, dichos péptidos (derivados de las proteínas caseicas y séricas) han demostrado poseer varias propiedades bioactivas: opioide, antihipertensiva, antimicrobial, inmunomodulatoria, transporte de minerales y antitrombótica.
“Esta es la principal diferencia entre un producto comercial y el que realizamos, al tener un péptido bioactivo le damos un fuerte valor agregado. Las marcas que se encuentran en el mercado son probióticas, pero la sobrevivencia será menor”, aseveró la universitaria.
Adicionalmente, el uso de esta mezcla favorece a colonizar el tracto intestinal con bacterias benéficas, por ejemplo el lactobacillus salivarius disminuye las úlceras gástricas producidas por helicobacter pylori. Otra propiedad de las bacterias lácticas combinadas con fibra es que aminoran las concentraciones de colesterol en la sangre.
A DETALLE *De acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2020, en México 74.1 por ciento de los adultos y 38.2 por ciento de la población infantil tienen sobrepeso u obesidad. Cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía indican que esta última fue la causa de más de 360 mil muertes (218 mil por enfermedades cardiovasculares y 151 mil por diabetes) en ese mismo año. *En México, en 2017, se reportó que cada año aproximadamente se observan 20 mil casos de trastornos de la conducta alimentaria, una cifra importante. En tanto, en un estudio realizado en más de 200 países en 2019 hubo 13.6 millones de seres humanos quienes presentaron un TCA. “Aunque las prevalencias parecieran menores, en realidad hablamos de un número importante de personas afectadas por estos problemas”.