Opinión
Sábado 05 de Octubre del 2024 08:16 hrs

Chicharrón Supremo o “E” menos 44


Lo que no ha entendido, al parecer, es que la posición de Comandante Supremo, en una República Democrática Representativa Federal, como es México, no es la misma que la que Chavez forjó, y heredó a Maduro, en Venezuela y la que se vive en Corea del Norte

El berrinche que escapó al Presidente durante la mañanera del viernes en Nayarit nos da muestra, inequivoca y, si no fuera trágica, sumamente cómica, del trastorno de personalidad que acarrea López Obrador. 

Con un ¡No, no, no! Aquí solo mis chicharrones truenan, no solo acalló a secretarios de Marina y Defensa, sino que los humilló. En efecto, el presidente de la República es el Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas. Solo que, tendría que entender, que esta es una posición republicana, de la investidura, no una posición de poder personal per se. 

Fue el controvertido, senador morenista, Felix Salgado Macedonio, quién en 2018, ya con la nueva legislatura instalada, antes de la toma de posesión del Presidente, presentó una iniciativa para “elevar a rango constitucional las facultades del presidente de la República como Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, [que] tiene como propósito: Dar a la Constitución jerarquía sobre todo el ordenamiento del cuerpo de leyes militares; Reconocer la supremacía del poder civil en la definición de la política de defensa” (proyecto de decreto que reforma y adicionalos artículos 80 y 89, fracción VI de la Constitucion Política de los Estados Unidos Mexicanos. 29 de noviembre de 2018).

Con ello, al comienzo del nuevo gobierno, con la esperanza de que, por fin, México se convirtiera en la tierra de libertad, equidad y fraternidad: República donde el poder económico y de la fuerza bruta, se rendiría al estado de derecho y la normalidad repúblicana, retornando a las fuerzas armadas a sus cuarteles, reservándolos para su misión constitucional. Fortaleciendo, al tiempo, los sistemas de prevención, seguridad y justicia civil, que permitiera a los mexicanos el desarrollo y bienestar futuro. 

En efecto, aprobada la reforma, López Obrador es, por la duración de su gestión, aparte de Presidente, el Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas. Título, que como mostró en Nayarít, lo inflama hasta no caber dentro de si mismo.

Así como Hugo Chavez fue el Lider Supremo de la Revolución Bolivariana, no presidente, no comandante, no. 

De la misma forma que Kim Jong-un es el Supremo Comandante del Ejército Popular de Corea, cuasí diós. Aun cuando tirano, despiadado, despreciable. 

Lo que no ha entendido, al parecer, es que la posición de Comandante Supremo, en una República Democrática Representativa Federal, como es México, no es la misma que la que Chavez forjó, y heredó a Maduro, en Venezuela y la que se vive en Corea del Norte. 

Debería de entenderla, más bien, como se entiende en Estados Unidos y Francia la posición de jefatura: jefe de todas las fuerzas armadas que, supeditadas al poder civil, a través del poder ejecutivo, con los contrapesos efectivos del poder legislativo y judicial, triada que comparte el poder del estado, cada uno, separado del otro, desde su propia trinchera y con sus encargos constitucionales específicos. 

Quiza sea por eso que, la altanería que emana del Presidente al ostentarse como [lo que quiera que sea, mientras que sea] Don Supremo, se refleja en la expresión de angustia del Secretario de la Defensa Nacional, General Luis Crescencio Sandoval. Quien, sin hablar, recogido en su lugar, se muestra como quien ha vendido su alma al diablo y vive un infierno. Sabe que, detrás de todo el encargo otorgado a la élite de las fuerzas armadas, ejecutando y administrando mega obras, aduanas, puertos, aerolineas y trenes, y un sinfín de actividades que no les corresponden, hay cientos de miles de tropas que sufren maltratos y abusos por civiles y las condiciones a las que,  las propias estructuras militares, los obligan. 

Sabe que, dentro de su misma organización castrense, existe gran oposición al papel que ha jugado como secretario y la forma en que los ha expuesto. 

Sobre todo, sabe que, en un ambiente político electoral ardiente e incendiario, donde el principal piromano es el mismo Comandante Supremo, el riesgo de recibir una orden de represión a la ciudadania o sublevación a los ordenes del estado, es muy alto.

Sabe, que en un caso así, cualquier acción, cualquier decisión, lo avienta, no solo al basurero de la historia, sino a ser culpable de la destrucción de la institución que lo puso ahí, a la que, con lealtad, honor y servicio, se debe en realidad. 






OPINION

Fuenteovejuna

Con toda la honestidad morenista sobre sus hombros, la ministra Xerox, Yazmín Esquivel, osó censurar a la ministra Norma Piña porque “perdió imparcialidad”…

www.infonor.com.mx