Cambias o Te Cambian
Las imágenes del campo de entrenamiento y exterminio en Jalisco refuerzan la necesidad de, ante una coyuntura llena de retos, cambiar el modo Lopezobradorista de polarización, desdeño y corrupción, por el consenso, la consideración y el autocontrol en la construcción de un México próspero y seguro para todos.
En la publicación del pasado miércoles comentábamos la gran oportunidad que tiene la presidenta Sheinbaum de inaugurar una nueva etapa de madurez política desterrando la polarización, buscando el diálogo y el consenso en lo esencial. Mientras emitíamos un mensaje de optimismo, se desenvolvía una nueva escena de terror en México. Ese día Teuchitlán estalló en la opinión pública después de algunos días de causar terror.
Las imágenes del campo de entrenamiento y exterminio en Jalisco refuerzan la necesidad de, ante una coyuntura llena de retos, cambiar el modo Lopezobradorista de polarización, desdeño y corrupción, por el consenso, la consideración y el autocontrol en la construcción de un México próspero y seguro para todos.
La historia está llena de valientes caudillos que han aprovechado los tiempos de incertidumbre para, trepados en El Pueblo, romper el estatus quo. Valientes e irresponsables caudillos que pasan a la historia como traidores, tiranos o idiotas que saben destruir sin reparar.
La historia, también, registra personajes irracionalmente irresponsables que hacen cualquier cosa para agradar al caudillo, con tal de probar un poquito de las mieles del poder. En el camino traicionan los dogmas que antes defendieron al lado del caudillo, y buscan salidas fáciles, populistas, ante la incapacidad de resolver los problemas autoinfligidos y magnificados.
En el oficialismo mexicano contemporáneo basta ver a los nuevos conservadores replicando las mismas prácticas de antaño que culpan y dicen desdeñar: Mientras Noroña, trata de vendernos que las montañas de zapatos y artículos personales no son lo que son, Andrea Chávez, candentemente insiste en seguir culpando a otros de lo que tras 6 años en el poder sería su responsabilidad.
Claudia Sheinbaum, por su parte, responde con su tradicional reflejo autónomo de cabeza fría y distancia emocional – sangre fría. La misma frialdad que en el caso Trump le ha ganado adeptos y es aprobada por propios y extraños, aquella que le permitió verse “presidencial” durante la campaña, pero que, tras unos cuantos días le genera antipatía de la población, de las víctimas y de los grupos de buscadores organizados. En una nación en la que las bases sociales, jurídicas y económicas han sido demolidas ya no existe propaganda, manipulación de la información, ni discurso populista que pueda evitar la gota que derrame el vaso que parece estar muy cerca.
Habría que reconocer que la Presidenta, que responde poniendo como víctima única al pobre viejito de Macuspana, pronto se reconoce en una encrucijada y, acorralada por otra crisis heredada, reacciona presentado un plan que muestra que se requiere ser diferente que el caudillo escondido.
Andrés Manuel pudo esquivar el fuego enemigo a través de la cooptación de las conciencias amigas y opositoras, y, caminando sobre ellas, del aparato de gobierno. En el camino lleno de almas y cuerpos caídos, acumuló agravios que no pagó, deuda que heredó. Al permanecer oculto y callado –se asume– con más miedo que tranquilidad de conciencia, ya no puede defenderse, su popularidad mengua a medida que su recuerdo se difumina en la memoria popular. Los leales que dejó como guardianes de su legado exponen la falta de capacidad que los obligó a presumir excesiva lealtad ante el caudillo.
En la jurisprudencia mexicana no existe forma en que López Obrador salga bien librado de la omisión negligente de voltear hacia otro lado repitiendo la mentira de “abrazos y no balazos”. Específicamente, el artículo 89 de la Constitución, en su fracción VI, faculta y obliga al presidente, explícitamente, a preservar la seguridad nacional: seguridad de su territorio, ante el gobierno de la impunidad criminal, a su población, ante el agravio constante, y a su economía, a través de la preservación del estado de derecho.
Consecuentemente, no existe forma en que, desde el gobierno Trumpista le de tregua al régimen, llevando al extremo – especulativo – de pedir la cabeza del expresidente si así les diera la gana, aprovechando que testimonios de testigos no les faltan.
Teuchitlán con su campo de entrenamiento y exterminio no es un caso aislado ni único. La Plataforma Ciudadana de Fosas (https://plataformaciudadanadefosas.org/) registró hasta el 2023, más de dos mil ochocientas fosas clandestinas encontradas. Cada una ligada a su propia tragedia humana.
Teuchitlán nos demuestra como la narrativa Lopezobradorista está obligada a cambiar, a mirar a los ojos a las víctimas y a dar resultados ante la realidad.