Opinión
Martes 15 de Abril del 2025 12:00 hrs

Aquí Estamos


La confusión que hemos vivido durante la última semana es generalizada y extrema; parece increíble el que una persona pueda, por su propia voluntad, revolucionar así, el mundo en que vivimos.

Nunca está de más asentar lo obvio: estamos en medio de cambios radicales en la estructura geopolítica del mundo. 

Con el respeto que merece la frase que dicta que “aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo” y su autor, George Santanaya, la historia no se repite. 

El conocimiento del pasado nos ayuda a entender el presente y poder especular, con un poco de sentido y dirección, hacia dónde nos llevará el futuro. La historia es un continuo donde los hitos que registramos son como aquella pregunta de ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? 

El sentido común nos marca que el huevo es el origen de la gallina quien, a su vez, es el origen del huevo. Una espiral evolutiva en donde, ni el huevo ni la gallina de hoy, son iguales a los de cualquier época pasada. Mucho menos la relación que los seres humanos tenemos con ambos.  

Así, Trump y el anuncio que marcó el rompimiento de la estructura comercial internacional y genera reacomodos geopolíticos intensos es consecuencia de los procesos históricos y, a su vez, origen de los que vendrán. Aquel que conoce la historia puede dar sentido a los procesos que nos han traído a donde estamos hoy para especular, con cierto sentido común, la forma que tomará el futuro. 

La confusión que hemos vivido durante la última semana es generalizada y extrema; parece increíble el que una persona pueda, por su propia voluntad, revolucionar así, el mundo en que vivimos. 

Si nos acercamos más, si lo vemos más a detalle; las historias de individuos, que se entrelazan en grupos sociales, y a su vez en la población de una nación y su relación con extranjeros, lo que hoy sucede fue (pecando de humildad) bastante predecible. 

Personalmente he tenido la oportunidad de vivir estas historias en carne propia: los procesos no escritos que, entrelazándose con millones de otros, traman la historia universal que se está escribiendo.

En 1994 algunos sectores (no todos, los menos) de mexicanos y norteamericanos nos unimos en un objetivo y aprendimos a trabajar como socios, amigos y hermanos. 

En el 2001 la entrada de China a la OMC y el ataque a las Torres Gemelas generó algunas grietas imperceptibles en la relación. El gringo se alejó gradualmente del mexicano, que no alcanzó a ver la necesidad de generar mayor valor y dejar de competir, solamente, con mano de obra barata. 

Para 2009, tras la crisis financiera, las grietas se acrecentaron y la necesidad de satisfactores baratos para una población norteamericana que perdió mucho, se volvió más apremiante. 

Mientras la sociedad de EE. UU. aumentaba su dependencia de China, la persistente pobreza latinoamericana incrementaba la migración y la desconfianza crecía. 

México, por su parte, no lograba encontrar el camino de unidad que lo llevara a desarrollar una economía de alto valor para todos, superar la violencia y las deficiencias en el bienestar de la mayoría de la población. La simulación y propaganda se acrecentaban intentando ocultar la realidad. 

Hacia el segundo mandato de Obama, sus políticas ya reconocían la necesidad de reenfocar la visión de seguridad hacia Asia, alejándolos de la OTAN, y las fricciones con la migración latinoamericana, aun cuando no lo pregonaba abiertamente por corrección política.

Así, les entrega la bandera a sus oponentes en las manos de Trump, quién, por el contrario, es más vocal de lo que sus políticas logran. El COVID y la impresión de ser un abusivo, no de ser abusado, lo llevan a perder ante Joe Biden. 

La percepción popular de problemas infinitos y enemigos infranqueables siguen ahí. Mientras Biden, implementó políticas con soluciones reales se mantuvo políticamente correcto: Trató de mantener a todos contentos enfureciendo a la mayoría. 

No queda duda para Trump, su gobierno y su base el enemigo es China que se llevó los trabajos, el invasor es el mexicano, salvadoreño o haitiano, que ahora ocupa la casa de al lado. El mayor reto es disminuir el déficit fiscal, exprimiendo cada dólar de presupuesto y tasando a las importaciones. 

Los hechos lo confirman, son los métodos los que inquietan. La historia no se repite, pero las condiciones que inciten al conflicto, sí. 

Aquí estamos y, no sin esfuerzo, haciendo lo que tenemos que hacer, podemos escribir un futuro brillante. Pero eso, es otra historia.






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