Amor, No Demagogia
Pero, con todo el desmadre que se está armando, decir que el único objetivo es acercar al judicial al pueblo, sin contar con la esperanza de una mejora de la justicia en México es, insisto, cuando menos escandaloso.
No hay forma en que la reforma judicial acabe bien: Comenzó mal, continua mal y acabará mal.
Pareciera que no hay día en que la realidad desmienta a aquellos que aun creen en la posibilidad de contar con un mejor Poder Judicial.
No se puede negar que hay quienes defienden la reforma judicial con argumentos políticos, jurídicos e históricos, válidos y dignos de consideración. Personas conocedoras e inteligentes que fielmente creen que la elección popular de un poder republicano llamado a trabajo técnico de especialidad mejoraría los resultados que puede entregar.
Evidentemente es en la ejecución donde se ven forzados a hacer grandes concesiones y maromas para seguir manteniendo que la reforma judicial en proceso es positiva para el país y su pueblo.
Muestra de ello fue la oportunidad de dialogar, en un programa de análisis que conduzco, con una persona cuya intención es competir por una posición de Ministro en la SCJN. Siendo una persona cercana al oficialismo, contraria a la “vieja guardia” de la propia Corte, sustenta y defiende la elección popular y el activismo que, desde el Poder Ejecutivo y Legislativo, ha subyugado a la resistencia dentro del propio Poder Judicial.
Hice mi tarea e investigué: La entrevistada fue descrita como alguien de primer orden en el conocimiento del derecho constitucional. Independientemente de la posición sobre la reforma judicial que pudieran tener quienes consulte, la persona entrevistada es reconocida como alguien con la capacidad y entereza para ejercer esa posición.
Aun así, en el dialogo, que se llevó a cabo de forma cordial y amistosa, pero que no dejó de estirar, buscando respuestas y reacciones sobre los temas más controversiales, hubo posiciones que podría describir cuando menos de escandalosas.
Pero hay una, en especial, que me abrió los ojos, me hizo entender como se ha permitido prostituir tanto, como es, en el fondo, una reforma judicial ilegítima.
A pregunta expresa sobre cómo, a partir de esta reforma, podemos esperar una mejora en la impartición de justicia; si no en la prevención del delito, puesto que no hay acción alguna para mejorar la estructura de las policías preventivas en los estados y municipios; tampoco en la procuración ya que las fiscalías, ministerios y policías investigadoras, siguen siendo, en su mayoría, tierra de nadie; menos en la administración de justicia con un sistema carcelario corrupto, saturado y sin programas sensatos de readaptación social, ¿Cuál es el papel de la reforma judicial en erradicación de la impunidad, la disminución de la violencia, la protección de la persona y su patrimonio, y la garantía del estado de derecho?
La respuesta fue, repito, cuando menos escandalosa. No, el objetivo de la reforma judicial no es mejorar la prevención, procuración, impartición o administración de la justicia, nos confesó nuestra entrevistada. El objetivo, cuasi único, de la reforma judicial es acercar al Poder Judicial al pueblo. Con ella se busca abrir el Poder Judicial, quitarle su posición élite cerrada que lo hace distante del pueblo.
No se puede ignorar que el Poder Judicial, en México, siempre ha distado mucho de ser el poder que debe de ser. Jueces, magistrados y, me atrevería a decir, ministros han sido corruptos y corruptores, elitistas, clasistas y, tristemente, racistas: un poder alejado de la sociedad y del ciudadano, no libre de sujetar los intereses de la nación a los intereses personales y con enormes deficiencias en los resultados.
Pero, con todo el desmadre que se está armando, decir que el único objetivo es acercar al judicial al pueblo, sin contar con la esperanza de una mejora de la justicia en México es, insisto, cuando menos escandaloso.
La plática en su totalidad fue muy interesante, un diálogo enriquecedor donde se fijaron posiciones con argumentos y profesionalismo. Y, dado que la reforma judicial es una realidad, el objetivo se cumplió. La plática comenzó bien, y terminó bien.
La reforma judicial, por el contrario, no pinta para terminar bien y, por lo menos en mi caso, creo saber la razón. Habría que insistir, con quienes aún la impulsan, que no es cierto eso que decía Andrés Manuel: Amor con amor se paga.
No, el amor no se paga, se demuestra en hechos y realidad. No me puedo imaginar más amor al pueblo que una reforma judicial que dé como resultado, con hechos, una mejora en la prevención, procuración, impartición y administración de la justicia. Eso si es amar al pueblo y demostrarlo, no demagogia.