Opinión
Domingo 22 de Diciembre del 2024 05:38 hrs

¡AL HUESO!

Amor al fango


Prácticamente con todo el poder, sin necesidad Claudia Sheinbaum se enfrasca a diario en polémicas estériles de nivel ramplón y ha soslayado la gran oportunidad de erigirse en estadista líder y concitar la unidad nacional que requiere la construcción de soluciones.

“Dictadura: gobierno autocrático, de poder concentrado en un único líder con restricciones mínimas o nulas, sin tolerancia hacia el pluralismo”.  

“Nunca nos derrotó la derrota, que no nos derrote la victoria”, frase de Luis H. Álvarez en el año 2000 como advertencia al PAN, funciona como “anillo al dedo” para el momento que vive el morenismo con Claudia Sheinbaum dando la cara y los López moviendo los hilos tras bambalinas. 

Por resultado de las elecciones de junio y las maniobras políticas posteriores, lograron el dominio absoluto de un Poder Legislativo irreflexivo, pobre en calidad intelectual y sometido como nunca antes –“sin cambiar una coma”- a los dictados del Ejecutivo, e impusieron a matacaballos cambios constitucionales que les llevarán a sumar el total control de los tres poderes de la Unión.

Con ello, Claudia Sheinbaum Pardo tiene ante sí campo abierto para desarrollar un gobierno prácticamente sin limitaciones o cuestionamientos -salvo los de su mentor-, dado que también fueron puestos bajo control del Ejecutivo los entes que podrían hacerlo.

En ese entorno, con el escenario bajo su total dominio, lo esperable -al menos- era que asumiera un nivel de real jefa de Estado, marcando líneas claras de acción y solución a la cauda de problemas nacionales que se agravaron bajo el mandato anterior.

Que ejerciera ese poder ilimitado con la estatura de una estadista.

Resulta inexplicable -por ello- y un desperdicio de poder el enfrascarse en polémicas estériles cada mañana, en un nivel ramplón copiado de su antecesor y que, a diferencia, a ella le genera más decepción que un efecto distractor.

Aberración jurídica en su estructuración, vulgar en su motivación y hachazo vil a la democracia, la denominada reforma judicial es el mejor ejemplo de polémicas inútiles.

Contra toda razón fue impuesta por una mayoría espuria, es una decisión definitiva y bajo el dictado de que la mandataria no respetará la ley, al soslayar cualquier recurso surgido de la judicatura, es un hecho consumado ante el cual no hay realmente recurso visible. 

En esos términos, la votación pendiente en la Suprema Corte del proyecto elaborado por el ministro González Alcántara solo podría agravar una crisis constitucional retórica.

Todos los actores –los suyos y los inconformes- saben que el golpe está dado y, con algo de inteligencia política, lo que cabía a Sheinbaum, lejos de sumergirse en polémicas estériles, era abrir un diálogo para incluso sin concesiones distender el ambiente político.

En los hechos, ha sido arrastrada a los albañales por el grupo más duro y radical heredado y manejado por su antecesor, con especímenes de vergüenza nacional como Fernández Noroña.

Todo ello, en definitiva, atenta contra una esperanza compartida por opositores, muchos de los suyos y sobre todo el “pueblo bueno”: trabajar por revertir la polarización y el deterioro de la unidad nacional, a fin de crear una base de mínimo consenso en el gran desafío de gobierno de abrir camino de salida a las múltiples crisis del país.

Ciertamente, un mes de gobierno no ofrece posibilidades para hacer un balance serio de la actuación y, así sea mínimo, hay que otorgar cierto espacio a la espera.

Sin embargo, por ejemplo, en materia de seguridad no ha variado el terrible balance diario de 75 asesinatos en promedio y por el contrario se ha denotado un crecimiento de la violencia con niveles de terrorismo que se obstinan en negar.

En esa realidad, los efectos puntuales de la delincuencia para la población en general revelan una tragedia que, lejos de solucionar, la denominada reforma judicial agravará, con jueces improvisados y politizados, por decir lo menos.

Los datos duros, extraídos por México Evalúa de la propia información oficial: Entre 2022 y 2023 aumentó la impunidad en delitos como el homicidio doloso (de 95.7% a 96.86%), desaparición (96.5% a 99.51%), secuestro (82.8% a 87.08%), extorsión (96.4% a 98.36%), violación (de 93.8% a 94.5%), despojo (95.1% a 96.36%) y fraude (de 96.8% a 97.24%).

Y en el delito que más resiente la población en general y al que menos atención presta la autoridad, el robo a casas, la impunidad es del 80.65 por ciento.

Ante cada delito de impacto la inmediata reacción de la autoridad de cualquier nivel es señalar que “se abrió una carpeta y se iniciaron las investigaciones”. El resultado, como muestran los datos referidos -impunidad mayor al 95%- es que esas actuaciones tienen como único resultado mostrar la ineficiencia e ineficacia de todo el aparato de justicia, desde la policía local, la procuración y hasta la Suprema Corte.

Frente a esa realidad lacerante, que requiere no una venganza sino una redefinición global de una política de seguridad con participación activa de la propia comunidad, queda reflejado como un desperdicio la diaria intentona de generar polémicas alternas, de baja estofa, que lejos de llevar a soluciones las entorpecen.

La explicación de la conducta, sin duda, está en ese maximato que, aunque se niega, deja mínimo espacio de acción propia a la mandataria, quien no deja de vislumbrar la cimitarra sobre su cuello, esa también heredada revocación de mandato.






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