América Para Los Americanos
En el contexto de la globalización, en un mundo liberal en lo político y lo económico, y la promoción de la democracia como sistema de desarrollo que se fundó en la época de la posguerra, Donald Trump sería un personaje – como diría Hillary Clinton – despreciable.
Los años de pacífica amistad entre las naciones de Norteamérica parece estar suspendidos hasta nuevo aviso. Eso no significa que no haya interés o necesidad de intercambio comercial, integración regional o relación política.
A más de mes y medio de tomar posesión como presidente de Estados Unidos, Donald Trump es, de facto, el centro de poder político de nuestro vecino del norte. De esa forma, sus acciones, designaciones y dichos son más que relevantes para tratar de entender lo que depara el futuro.
Donald Trump es, sin duda alguna, una persona que tiene pocos filtros al momento de hablar. No es que no tenga conectada la cabeza con la boca, sino todo lo contrario: lo que piensa lo vomita con poca diplomacia, sin tacto político y sin preocupación por ofender o denigrar. Los mexicanos debemos de entenderlo por lo que es, no sentirnos ofendidos y no montarnos en orgullos irracionales.
Independientemente de la razón por la que dicha personalidad corrosiva ganó las elecciones del pasado 5 de noviembre – aunque, siendo tema de otra ocasión, se puede decir que los Demócratas perdieron – Trump regresa con más confianza en que puede decir y hacer cualquier cosa, y más nos vale aprender a lidiar con él.
En el contexto de la globalización, en un mundo liberal en lo político y lo económico, y la promoción de la democracia como sistema de desarrollo que se fundó en la época de la posguerra, Donald Trump sería un personaje – como diría Hillary Clinton – despreciable. Durante la segunda mitad del Siglo XX, la bipolaridad hegemónica permitió a la nación norteamericana ser “políticamente correcto” aun cuando, en el centro de su cultura, seguían siendo aquellos rudos colonizadores que se expandieron de océano a océano, en el siglo XIX.
El quebranto de su seguridad con el ataque a las torres gemelas en el 2001, el quebranto financiero de la crisis del 2008 y el quebranto social que trajo consigo la pandemia del COVID, destrozaron la noción del melting pot de libertades y equidad en la que sustentaron el sueño americano de la posguerra. La tolerancia neoliberal dio paso al resurgimiento de los dogmas originales bajo los que se fundaron los Estados Unidos de Norteamérica: el excepcionalismo norteamericano y el Destino Manifiesto. En el resurgimiento de este contexto, un personaje como Donald Trump, no falto de oportunidades para crecer, prosperar y llegar a liderar los destinos de su nación y el mundo.
El excepcionalismo encuentra sus orígenes en el puritanismo calvinista de aquellos primeros colonos en las trece colonias originales.
“El calvinismo tiene la idea de una elección de Dios hacia unos cuantos individuos que se hace extensiva a la idea de elección de naciones enteras. Por otro lado, están aquellos que Dios elige para la condenación eterna, los réprobos”, señala Alicia Mayer, doctora en historia e investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México. (Tomado de “Qué es el Destino Manifiesto…” por Felipe Llambias, BBC News Mundo. 27/10/2024)
“También hay naciones enteras de gente inferior y, por lo tanto, dejadas de la mano de Dios”, agrega.
Así se sustenta el Destino Manifiesto con el que se justificó la anexión de Texas, la compra de Luisiana y la guerra que le costó a México la mitad de su territorio. Así es como surgió la Doctrina Monroe de América para los americanos.
En la idiosincrasia que dio origen y se desarrolló bajo el NAFTA, un personaje como Donald Trump es una aberración. Pero en el nuevo contexto del siglo XXI, Trump y su MAGA es solo costumbrismo anglosajón frente a los excesos “políticamente correctos” del wokeismo y la cultura vana de las nuevas formas de comunicación.
Donald Trump ha dicho, prácticamente sin filtros, lo que para él significa la integración de Norteamérica. La gente de la que se ha rodeado lo confirma.
La invitación a Canadá a integrarse como el estado cincuenta y uno de la unión, no fue broma. La invasión suave de México, tomar control por la fuerza de aquellos territorios en los que el propio Estado Mexicano ha perdido control, en la cabeza de Trump, tampoco lo es.
Cualquiera de los casos se ve difícil en el siglo XXI. Tanto como el que Estados Unidos se aísle de sus vecinos. A nosotros, los mexicanos, nos toca aprovechar la oportunidad poniendo la casa en orden. Aprovechar la oportunidad de hacer de Norteamérica para México, Canadá y EE. UU.