¡AL HUESO!
100 noches
Prometió gobernar para todos los mexicanos y lo hace solo para quienes le otorgan una popularidad vacía, en mayoría atrapados por las dádivas, en tanto ignora y cierra oídos a una oposición crítica y sin liderazgo, en la que milita la casi totalidad de la inteligencia nacional.
“En palacio la Presidenta, pero el que manda… está en Palenque”. Corrido.
Al cumplir sus primeros tres meses y días de mandato, la Presidenta Claudia Sheinbaum nos hace vivir en dos países muy distantes: uno, el casi perfecto en la fantasía de sus diarias y aburridas comparecencias; otro, el de la realidad dura, incluso de reportes oficiales difíciles de manipular, que muestran un México en crisis generalizada.
Contra las expectativas oníricas de que su formación política y académica daría paso a un cambio de tono gubernamental hacia la racionalidad, la doctora en ingeniería no ha logrado mostrar cualidades de estadista y su imagen interna y externa se ha debilitado, hasta dejar como único mérito el ser la primera mujer en detentar la Presidencia.
Sus intentos por marcar una conducción propia topan en su antecesor, que desde el inicio impuso cerco político con líderes parlamentarios a los que controla, a su propio hijo como representante plenipotenciario en el partido, a su propagandista en la oficina de junto, a buena parte de la estructura gubernamental y hasta la vergonzante cabeza de la CNDH.
Datos de la condición del país sobran. Entre otros, retroceso en el desarrollo, con pronóstico de 0.2 por ciento de crecimiento en este año; caída de la inversión interna y externa; devaluación del peso; lastre de la deuda pública; crisis de PEMEX; baja de la actividad industrial; caída agrícola; violencia sostenida y un largo etcétera.
Ante esa problemática que sigue agravando, solo la misma ficción. Mientras, se ha hecho cargo de continuar la construcción de una autocracia según los dictados de su mentor.
Los fracasos también heredados, y que ella defiende, están quedando al desnudo, como se anticipó: Dos Bocas no refina; el Tren Falla casi vacío e incrementa subsidios; el Chaifa no despega y Mexicana aterriza de emergencia. La salud, con metástasis.
Se suma un Trump rebobinado en su belicosidad -por no decir odiosidad- frente a México.
Sheinbaum no ha encontrado el camino de respuesta ante los exabruptos del prepotente líder republicano, como tampoco ha diseñado una política de Estado para para aminorar las amenazas que, sin duda, en buena parte cumplirá. Las ideas expuestas son anodinas.
Sin la gracia para el sarcasmo que debe reconocerse a López Obrador, sus reacciones -que pretende chistosas- lejos de lograr el efecto de demeritar las fogosas expresiones de Trump, terminan como bumerang de nulo efecto y causan estupor.
Lo mismo con el intento de ganar gobernabilidad al trasformar la confrontación discursiva en agresión externa, para maquillar la polarización generada por su antecesor y sostenida a diario por ella desde la tribuna presidencial.
Prometió gobernar para todos los mexicanos y lo hace solo para quienes le otorgan una popularidad vacía, en mayoría atrapados por las dádivas, en tanto ignora y cierra oídos a una oposición crítica y sin liderazgo, en la que milita la casi totalidad de la inteligencia nacional.
Si de algo positivo hay signos, es el cambio en el modelo de combate al crimen organizado. Las acciones que hoy encabeza el secretario de seguridad federal en los puntos más álgidos del país, dejan atrás los abrazos y huelen a la “guerra” del odiado Calderón. No lo pueden reconocer y medir resultados aún es prematuro.
Claudia Sheinbaum carga resignada la herencia negativa del antecesor hasta con el mismo método: mentir, manipular y repartir atole del bienestar.
Sobre el cuello porta un nudo de horca, ese que al menos en los dos primeros años no cortará con el filo del bastón simbólico que recibió del que realmente manda.
Ayer lo reafirmó en el Zócalo de la Ciudad de México.